sábado, 28 de febrero de 2015

El ciempiés IV - El reloj electrónico de la casa de mis abuelos

Vosotros tenéis relojes, nosotros el tiempo. (Proverbio africano)


El ciempiés y yo ya somos buenos amigos así que hoy ha venido con nosotros a visitar a mi familia de Salamanca, en el coche ha tenido que agacharse un poco pero al final no ha sido mucho problema y hemos llegado a casa de mis abuelos. De la casa lo que más le ha llamado la atención es el reloj electrónico de la cocina. Antes de seguir relatando la historia he de introducir primeramente una descripción del reloj electrónico ya que de otra forma no se entenderían los inusuales acontecimientos que han sucedido.

El reloj electrónico de la cocina de la casa de mis abuelos nunca ha dado la hora. No la hora correcta quiero decir o al menos la que hasta ayer podría haber sido la hora correcta. Pero no entro aún en la historia. Nunca ha habido ningún problema con que el reloj electrónico de la cocina no diera la hora porque en la pared de enfrente hay un reloj analógico tradicional puntual. Pero tampoco podemos decir que el reloj electrónico fuera un elemento de decoración, su cuadrada negrura con números rojos y cuadrados separados por dos puntos intermitentes cuadrados y rojos no agradan particularmente a la vista así que resulta inquietante que nadie haya reparado nunca en el reloj electrónico de la cocina de la casa de mis abuelos (que no encaja en el amueblado anciano que lo rodea) y lo haya colocado en un lugar más apropiado o al menos haya ajustado la hora. El reloj ha estado siempre ahí, tictaqueando sus propios segundos, recorriendo sus propios días.

Pero parece que esta vez el reloj electrónico de la cocina de la casa de mis abuelos no sólo tictaqueaba desfasado sino también a distinto ritmo. Es natural que mis abuelos no se percataran al fin y al cabo nadie se da cuenta de las cosas cuando suceden a un ritmo suficientemente lento como el crecimiento del cabello o de las uñas o el paso o no paso del tiempo. Pero mis tíos habían estado hace pocos días y también nosotros pasamos por alto la deriva senil del reloj sólo el ciempiés (quizá por nuevo) se dio cuenta y me lo dijo.

- Siempre ha ido mal - el argumento podrá resultaros hilarante pero en cualquier caso es común decirlo de las cosas que van mal.

El ciempiés señaló quizá acertadamente que era una obra de arte.

Al día siguiente me levanté. Me sorprendió que todo estaba aún oscuro y cuando salí al pasillo vi a mi abuela andando perfectamente hacia atrás como cuando se rebobinan las películas me saludó:

-Ranec sereiuq is euq ogid.

-¿Qué?

-¿Ranec sereiuq?

Asentí levemente como se asiente cuando no se comprende y seguí a mi abuela caminando perfectamente hacia atrás por el pasillo. Me froté los ojos y entré en la cocina donde estaban mis padres recogiendo la comida de los platos hasta que quedaron completamente limpios sin necesidad de lavarlos, guardaron los platos y siguieron a mi abuela todos caminando perfectamente hacia atrás por el pasillo.

-Oiram, odnarepse somabátse et.

Me giré, me di cuenta de que estaba el ciempiés por su risita mojada de insecto mientras señalaba el reloj electrónico. Parpadeé intentando despertar en aquel caos indescifrable me giré de nuevo hacia el ciempiés con una pregunta sintiendo ya el vértigo de los labios y volvió a hacer un gesto en dirección al reloj electrónico: acababa de pasar un minuto hacia atrás.

Cuando salimos a la calle para comprobar que era un fenómeno global ya había desanochecido y el sol salía por el oeste. La gente en la calle también caminaba perfectamente hacia atrás y cuando paré a un señor para preguntarle la hora me miró con el ceño fruncido, dijo algo al revés que no pude descifrar y siguió caminando hacia atrás con el semblante ya más relajado. No sé cómo me verían ellos (digo el resto esos locos que viven acordes al reloj) pero cuando desamaneció al amparo de la noche aquella pandilla de gamberros me dio una tremenda paliza y cuando recuperé la consciencia entre dolores el ciempiés me dijo que ya no todo iba hacia atrás sino que iba hacia atrás un rato o unas horas y después hacia adelante un rato o unas horas y así el sol se ponía y se quitaba casi a su antojo, siempre en un tango opuesto a la luna.

domingo, 22 de febrero de 2015

El ciempiés III - La casa en cuesta

Siempre había agradecido secretamente a mis padres por vivir en una casa en una calle en cuesta porque en caso de inundación el agua correría hacia abajo pero nunca hubiera imaginado que un día la casa se pondría en cuesta también.

Nota del autor: Antes de nada concretar que el ciempiés sigue acompañándome no se va, aunque ya no me obliga a escribir pero sigo con el mono en el hombro y ya uno se acostumbra y el ciempiés aplaude sonoramente con todas sus ciempatas.

Quiero decir que desperté aquel día después de aquella noche que ya he relatado y la casa se levantó con el suelo torcido, había un desnivel entre mi cuarto y la cocina, mi cuarto abajo la cocina arriba. El primer día lo solventamos sin demasiadas dificultades con voluntad y turnos de ir a la cocina que se convertiría en el lugar de las provisiones. Pero al segundo día hallamos el problema añadido de que también las escaleras de bajada a la calle estaban extrañamente en desnivel hacia arriba, y sólo pudimos concluir un viaje al supermercado y subir escaleras arriba que también estaban en desnivel hacia arriba así que subirlas con unas pocas chocolatinas, algo de carne y cuatro patatas fue toda una odisea de extenuación hasta el agotamiento.

Algún día nos quedamos a dormir en la cocina, pero era demasiado fría, así que volvimos al cuarto y cada vez las visitas a la cocina se hacían menos frecuentes, porque costaba esfuerzo y teníamos que administrar las provisiones y como las visitas se hacían menos frecuentes cada vez comíamos menos y costaba más esfuerzo y las visitas se hacían menos frecuentes hasta que hoy ya hace varios días que no comemos. El agua es más fácil, está el grifo del baño nada más salir del cuarto pero la cocina es un infierno y hace varios días que no comemos.

Al borde de la desesperación, depositamos nuestra última esperanza en las matemáticas. Por eso que dicen de que todo se resuelve con matemáticas. Yo no lo sé y el ciempiés menos que es de letras, pero sin duda esta geometría en la que estábamos recluidos, esclavizados, aprisionados tenía que tener alguna solución lógica, quizá alguna aplicación biyectiva nos salvaría la vida.

sábado, 21 de febrero de 2015

Endecasílabos

En esas noches cuando me querías
besar en un aleteo de sábanas
y pájaros de colores y velas
de barcos en las aceras sentados.

No me oías y el rumor de tu voz
eran dobles notas de olvido.

Heptasílabos

Quizá estés aquí de nuevo
si cierro mucho los ojos
lejana como un recuerdo.

Entonces
búscame en mis pedazos
palpitantes de arena
de esta playa sola.

Tu aliento me encontrará
las cloacas del recuerdo
en la espuma de cerveza.

Y arráncame este mar
que se nos lleva.

jueves, 5 de febrero de 2015

El ciempiés II - El mar

Nota del autor: Después de diecinueve horas el ciempiés parece haber saciado su hambre, se acomoda en el sofá panza arriba, cuenta con cada una de sus patas los días que llevaba sin comer antes de maravillosamente conocerme. Sigue gritándome sin embargo condenándome a esta esclavitud del escritor pero ahora incluso lee detenidamente las páginas mientras se cala el sombrero de seta y una risita mojada de insecto se lee escapa de las mandíbulas.

Levantarme y subir las persianas fue como un chapuzón en el mar. El cielo estaba azul hiriente como en los mejores días de verano y el agua llegaba casi a la altura de la ventana, por lo visto se habían deshelado los polos de varios planetas.

El ciempiés refunfuñó que su religión le prohibía nadar, así que teníamos un verdadero problema: no podríamos ver la ciudad bajo la refracción azulada y el silencio ahogado y nos tendríamos que conformar con vaciar un vaso de agua sobre nuestras cabezas para que el cerebro pudiera al menos disfrutar del teórico baño, que hacía calor y las neuronas empezaban a hablar de narcóticos, sobre todo las cieneuronas del ciempiés.

La casa bostezó, llena de arena, pero al ciempiés no le gustaban los castillos. Decía que eso era de gente rica, deformaciones de nuestra sociedad, que los ciempiés no construían castillos de arena. Le pregunté con cierto desdén en qué coño empleaban los ciempiés su tiempo si no podían bañarse en el mar ni construir castillos de arena.

Nota del autor: El ciempiés ha enfurecido y ha vuelto a devorar todo hoja por hoja tan pronto como terminaba de escribirlas. Ya por gula, supongo. He aprendido entonces que las ciempiés no tienen coño o que a los ciempiés en general no les gustan las preguntas. Parece que se ha tranquilizado ahora que el mar asoma por la ventana, llamando al cristal con un glu glu pegadizo.

Ahí estaba el mar, a través de todos los edificios meras fantasías mal delineadas por arquitectos borrachos, ahí estaba infinito y hermoso el mar eterno y transparente. La gente llevaba sus trajes de neopreno negro y corbata. Todos nadaban rapidísimo o tenían un submarino deportivo pues la prisa lleva bombas de oxígeno y todo tipo de explosivos y no se ahoga bajo el mar. Por otro lado, los pocos soñadores que habían sacado sus veleros a la superficie desistieron enseguida. Con tal trajín en sus entrañas, el mar pronto se encabritó y se deshacía de los barcos con coces de espuma, terriblemente herido por los explosivos de la prisa que arañaban su vientre de un lado a otro como si ésta se paseara por su casa.

Cuando la luna torció su sonrisa, las aguas se retiraron del barrio. Pronto empezaron a emerger las primeras algas y las había de todos los colores y texturas (metalosas, maderosas, hormigonosas) sobre un fondo de coral asfáltico. Salimos entonces (el ciempiés y yo) a dar un paseo. Era difícil el tránsito, la mayoría de viandantes acababa cuadrando su culo en los baldosines de las aceras y algunos peces estoicos aún coleaban de un lado a otro, dirigidos ordenadamente por muros imaginarios construidos sobre líneas blancas. La gente, ridícula con sus trajes de neopreno negro y corbata, se esforzaba en simular que no había pasado nada, mientras en las líneas de juntura de los baldosines aún pequeñamente inundadas había pequeños moluscos que habían construido albergues y estaciones y pronto empezarían a rezarle a la lluvia.  El mar había impregnado todo con su maravilloso aroma de lágrimas y espuma y algunos comenzaron a odiarlo pronto.

martes, 3 de febrero de 2015

Dóndes y cuándos

¿En qué oscuro rincón del tiempo que ya ha muerto
viven aún,
ardiendo, aquellos muslos?
(Francisco Brines)


¿En qué oscuro rincón de besos
te pierdes de mí
lejos y para siempre?

Donde podamos arañarnos
las lenguas con filosofías
las gargantas con cerveza
la piel con electrostática.

Donde o ahora
me encuentras
desgastado como las aceras.

Siempre se confunden las preguntas con porqués
lo más importante son los dóndes y los cuándos.

lunes, 2 de febrero de 2015

The centipede

[Translated version of 'El ciempiés']

Author's note: I have been writing for about an hour and the big centipede that yells, ordering me to keep writing, paradoxically has been devouring every page as soon as I was finished writing them. Now it has just fallen asleep, so I will try to carry on with my story of tonight, but I cannot guarantee that the centipede won't wake up and fall sleep again, so I beg your pardon if you find unrelated parts in the story. It is six in the morning.

-We're like werewolfs - he* said -. We sing to the moon every night, no matter if it's full or empty like our bottles.

I liked the idea, so I immersed myself in the milkshake of electronic music and people of the club. I got closer to a blonde girl who seemed to be made-up like in a Van Gogh painting** and we lacerated out bodies with the friction or fiction of oblivion.

At some point they turned the lights on and, as nocturnal animals, we headed to the exit to come back to the darkness. Outside the club, asphalt flakes were falling and everyone was running to the cars, the taxis, the buses, their homes, everyone soaking of that grey and sticky substance. I found an asphalt-shelter under a balcony, next to a girl who was giving a deep puff to a joint.

-Writers like you rush to vomit noise in your ink rivers, without realizing that, actually, you only seek silence - she told me.

We ended up at her home, untying seconds, breaking the desired silence among kisses and moans of her bed's springs, which sounded like worn-out sex. Yet after, when the sheets had grown like vines around our bodies , there was an instant when we joined through our skins, like two raindrops join together, and she poured her secrets inside me and I poured mines inside her.

I was in the street again and several unusual events occurred on my way home through unknown ways which I don't remember since I didn't see. Asphalt flakes had stopped falling so the streets were already placed and recovered from tonight's excellent excesses. One could still breathe the clean cold air previous to the sunrise, although sometimes an early mechanical beast would appear, roaring like junk and opening wounds in the darkness with its shiny eyes. Then the beast would disappear, bringing us (I mean, the centipede and me) back to the clean and cold silence, as if it would have been only a temporary disturbance and after the oblivion maelstrom would have devoured it and it would have ended up in another world's daybreak.


*In Spanish, subject is not necessary to be said or written, "he" just refers to a friend of the author.
**In Spanish we can also use the verb "painted" for "made-up".