jueves, 28 de junio de 2012

El vértigo de la vida

Quiero emborrachar a mis labios
para que encuentren otros labios al azar
y juntos se ahoguen entre jadeos
en una festividad ebria de vino y deseos.

Quiero despertar a solas en la playa
tras una noche fornicando estrellas
y escribir mi historia en la arena
con tinta de sudor y semen.

Quiero escupirle a la vida,
arrancar las tiritas de moral y de miedo
que cubren mi cuerpo
y no dolerme por las heridas.

Quiero gritar al silencio
que no es nada, que no soy nada,
que nada vale nada de nada
y no merece la pena preocuparse por nada.

Quiero romper contra el suelo
las estatuillas del tabú supersticioso
que nos impiden salir desnudos a la calle,
que nos impiden ser sinceros.

Quiero asomarme a un precipicio sin fondo
y sentir que mis venas hierven
y sentir que mis ojos lloran de alegría,
sienten el vértigo de la vida.


La noche bañará mi cuerpo con la luna
en una orgía de mentiras, poesía y palabras.
Sobrecogerá a mi cuerpo débil
la belleza de una luciérnaga muerta
en el horizonte
donde mis sueños se estrellarán,
se harán trizas, confeti cristalino de mil colores
que arañará mi cuerpo:
no sentiré dolor.
No escucharé a almas ciertas, a científicos seguros,
escupiré en su religión de números;
suspenderé a todos los políticos
de un mismo hilo escurridizo.
Saltaré al Infierno, me bautizaré con fuego,
mi alma blanca se purificará
con todo lo negro, con las venas de humo,
con los cadáveres podridos
y las historias suicidas de los amantes locos.
Escribiré mis versos en cuartetas
que arderán al instante o volarán
hacia un futuro incierto, que caerán,
como mis sueños sin sueño,
a un pozo sin fin, a un horizonte sin retorno.

Amaré el vértigo.


Nota: La idea del "vértigo de la vida" viene inspirada por el libro "La insoportable levedad del ser" de Milan Kundera.

La rueca del Imposible

Abriré mis venas
para que las olas de lo Imposible
puedan venir a clavar sus garras
una vez más con su espuma de rosas.
Mi sangre será arena;
mi corazón, triste playa varada en el tiempo
a la que llegan las colillas podridas
de los náufragos.
Mi corazón, triste astillero,
entregará a la mar un nuevo barco
con sus velas rojas desafiando al viento
y una vez más creerá que es más fuerte
que sus antecesores.

Rasgaré mis cuerdas vocales,
como una guitarra desafinada entonarán
su canto cien veces ya tocado, ya conocido,
cien veces ya empapado con la lluvia del recuerdo,
con la nostalgia de un horizonte soñado.
Re, Mi, Do, La, Sólo un par de palabras,
al son de los ruiseñores escarlatas,
brotarán de ellas, serán suficientes,
guardarán toda la magia
de hadas danzantes, de enanos y duendes
que entonaron canciones que creían
tener su hueco en la rueca de la vida,
que creían ser diferentes
que sus antecesoras.

Pero las olas de lo Imposible
volverán a arañar una vez más
con su espuma de sangre y amor y lágrimas
teñida de rojo por la arena de mis venas,
de mis ojos rasgados por mis cuerdas vocales secas.
El barco, lo que quede de nosotros, las notas,
tan sólo sus colillas naufragadas,
sus tildes rotas,
vendrán a varar por siempre
a la cenicienta playa de mi corazón
como ya lo hicieron antes cien veces
sus antecesores.

Busqué imposibles

Volqué canicas, escribí una obra póstuma,
giré bocabajo la Tierra, hice rotar el Universo
en torno a una piedra.
Vendí mis pies por zapatos
y avancé hacia atrás,
doblando calles rectas, torciendo avenidas;
trepé por las raíces subterráneas del árbol
y caí al centro de la tierra.
Troté en mi pelícano cuadrípedo
con un ejército de cien mil hámsters
verdes a mis espaldas,
grité en silencio,
lloré sin lágrimas,
sonreí con los pies
y miré con las manos, amé
sólo con el corazón
y con el corazón me quedé solo.
Busqué, en fin, imposibles.
¡Imposibles!

martes, 26 de junio de 2012

Reencuentro con el mar

Mucho tiempo hacía
de mi última visita al mar.
Me recibió con una bienvenida fría
como siempre, pero yo ya estaba acostumbrado a ello.
Nunca me dio bienvenidas cálidas,
no era su forma de actuar.
Le gustaba vestirse de una serenidad
calmosa, otras veces de una rebeldía brava,
pero siempre guardaba ese rostro frío e inexpresivo
ante todo el mundo,
quizá un poco menos a aquéllos
(¿sus amigos?) que lo conocían de hace tiempo.
Pero yo lo amaba de todas formas.
A pesar de sus olas de espuma salada.
A pesar de su rostro frío e inexpresivo.
O, mejor dicho, lo amaba aún más por todo ello.

Mucho tiempo hacía
de mi última visita al mar.
Me recibió con una bienvenida fría,
como siempre,
pero noté una lágrima de alegría
por el reencuentro
que brillaba por un instante
saltando desde la sonrisa de una de sus olas.
Le devolví la sonrisa. Y la lágrima.

sábado, 23 de junio de 2012

El delirio de lo imposible

La noche es magnífica
cuando dejas filtrar en tus venas
su alcohol puro.
No existen las locuras.

Abriría la ventana y lo gritaría
al mundo entero
para que llegara, suave susurro
venido de lejos, a tus oídos.

La distancia se resume
en dos segundos;
el tiempo, en una mirada.
Mis labios cederían a esta locura.
No es tan difícil imaginar
un momento que nunca llegará.

Precisamente por eso imagino.
Es sencillo. No acarrea grandes ejercicios
de pensamientos que agraden a personas grandes.
Ellos no lo comprenden. Me llamarían "estúpido",
me escupirían que son "estúpidas esperanzas vanas".

Les respondería con una sonrisa.
Una sonrisa abierta y amplia
como se abren las flores de primavera.
¡Y aún no lo entenderían!
El regusto salado de la ilógica,
la dulzura de la sinrazón,
¡el delirio de lo imposible!

miércoles, 20 de junio de 2012

Una esperanza vana

Los días pasan. Los exámenes vuelan
y las sonrisas y los abrazos escasean.
El tiempo que deshoja todas las margaritas
va cediendo sus pétalos entre nuestros dedos.
Un amanecer da paso a otro nuevo,
el sol muere para levantarse otra vez
como las flores marchitan para que crezcan otras
de colores aún más vivos.

Las soledades, los juegos se repiten.
También las sonrisas y los abrazos.
Pero jamás los sueños.
Mi corazón ha escrito una canción de cien versos
por cada esperanza vana;
mil, por las que yo dejé marchar.

Pero es innegable reconocer que la vida
tiene un tinte deliciosamente obstinado,
¡es auténticamente maravillosa!
Por mucho que nos pisoteen, que nos humillen,
por muchas lágrimas que derramemos
y aún muchas más para las que no queden
sal o agua,
por muchas palabras que nos arranquen a mordiscos
las curvaturas de los labios (propias o ajenas),
por muchas desilusiones que traguemos,
seguimos levantándonos cada día,
subiendo la persiana y enfrentando al sol
de tú a tú
como una hormiga encara a un elefante,
y seguimos dejando que, de cuando en cuando
y más a menudo de lo que nos gustaría,
alguna esperanza se filtre entre nuestros dedos,
ascienda por nuestras venas malhumoradas
e invada nuestro cerebro o nuestro corazón.
Una esperanza vana, como tantas otras...

martes, 19 de junio de 2012

Las olas

Mis lágrimas son espuma en la noche acristalada
que mece las luces de las farolas.

Hay olas que rompen en mi ventana.
Olas grandes y rugientes, olas de plata oscura.
"Marchad", suplico, la espuma (¿su espuma o la mía?)
forma ya un charco de piedra en el suelo.

Hay olas que se alejan, olas luminosas que se ven
ya pequeñas en la lejanía,
pequeñas aunque sea un gran abismo
el que dejan atrás sus aguas.
"Volved", suplico, alargando el brazo, la mano,
mis dedos. No vuelven. Ya se fueron.

Y aún hay olas que mecen las luces de las farolas,
olas inmóviles, estáticas en su cambio continuo
de encendido a apagado, de luminoso a oscuro,
como si un niño de mano gigante
jugara con el enchufe que conecta nuestros destinos.
Ante éstas guardo silencio. Simplemente,
no hay palabras, no debe haberlas.
Nos observamos. Llevamos ya largo tiempo
observándonos.
Sin que ellas se atrevan a romper o marcharse,
sin que yo decida si alargar mi corazón o murmurar gritando.
Simplemente nos observamos.
Ellas, espuma cambiante, espuma mansa,
en la noche que mece las luces de las farolas.
Yo perdido, olvidado incluso por el azar
entre esos halos donde parpadean y se evaporan mis lágrimas.

miércoles, 13 de junio de 2012

Miedo

No sé qué escribir.
Tengo miedo (vergüenza o como queráis llamarlo)
hasta de contarle mis penas a un papel.
Es bien triste.
El mismo nudo que atenaza
mis garganta al hablar
bloquea mis dedos al teclear
o al escribir.

Es una mierda realmente grande,
la vergüenza humana.
¿Tan difícil era ser sincero?
Pero no, tenemos un miedo
tan enorme al devenir
que las sonrisas se congelan en nuestros labios,
los abrazos se vuelven secos
y los te quiero se los lleva el viento.

Miedo al qué dirán, qué pensarán,
qué harán. Miedo a las sonrisas falsas,
a las palabras de doble filo
y a las esperanzas vanas.
Las decepciones no son agujas en el corazón.
Son piedras que, aún cuando han dejado de doler,
siguen pesando en nuestro ánimo,
lastrando nuestra voluntad.

¡Cuántas cosas perdemos!
¡Cuántas sonrisas sinceras!
¡Cuántas palabras francas!
¡Cuántos abrazos cálidos!
¡Cuántas lágrimas!, corazón, ¡cuántos besos!

martes, 12 de junio de 2012

¿Qué devolverle al mundo?

Tú no puedes volver atrás
porque la vida ya te empuja
como un aullido interminable.
("Palabras para Julia", José Agustín Goytisolo)

Me siento vacío.
Trazo líneas de piedra sobre mi vida
que esbozan un cuadro sin sentido.
Escribo historias prohibidas
y dejo muchas otras atrás.

Añoro el tiempo donde las cosas
eran sencillas.
Una sonrisa, dos palabras
o un caramelo
tenían ese hálito reparador
que sanaba el mundo entero.

Pero hoy las cosas han tornado distintas.
Miro hacia afuera de la ventana
(mis propios ojos)
y veo niños con ojos secos y cuadrados,
veo jóvenes que lloran injusticias y gritan
y personas grandes que caen hambrientas.
Veo odio, envidia, avaricia y corrupción.
Prohibiciones, injusticias, dinero y sogas.

¿Y qué tengo yo para devolverles,
para frenar este impulso arrollador
que me arrastra "como un aullido interminable"?
¿Dónde picar con sudor y sangre
para desenterrar un gramo de esperanza?
La familia, sin duda, siempre está ahí.
¿Los amigos? Tres o cuatro
me tienden aún la mano.
Sigo guardando las lágrimas, a oscuras,
cuando nadie me escucha,
por los que se fueron.

Cuando llegue mi turno de entrar en la oficina
y marcar la casilla
que marca qué regalo quieres hacerle al mundo.
¿Qué podré devolver yo?
¿El sudor de mis manos?
¿La ciencia en mi mente?
¿El amor de mi corazón?
¿Mis versos, acaso, mis versos?