sábado, 24 de septiembre de 2011

Un gorrión


Una vez conocí a un gorrión.
¿Un gorrión?
Sí, un gorrión.
Un gorrión pequeñito, minúsculo,
con las alas pequeñitas, minúsculas.
Las agitaba torpemente y resbalaba continuamente
sobre el suelo mojado por nubes mojadas.
Tras aquel primer día, seguí viéndolo todos los días,
resbalón tras caída tras resbalón.
Pero nunca dejaba de intentarlo,
día tras día, fallo tras fallo.

Un día, muy decidido,
le observé avanzar hacia un fuerte precipicio.
Me guiñó el ojo, lanzó una moneda al aire
y, sin esperar a ver de qué cara caía,
saltó al vacío con las alas abiertas.

Esperanza


El sueño de la noche se apaga bruscamente
con el irritante pitido de la alarma
que enciende el sol bostezando sus primeros rayos de luz,
recién levantado.
Las calles pierden poco a poco el frío y las sombras,
las farolas se esfuman, rugen los coches de los callejones
y en un rincón un vagabundo ciego necesita esperanza.

viernes, 23 de septiembre de 2011

A palabras sordas, ¿oídos necios?


Fue el sueño de una madrugada,
de una noche especialmente loca
y especialmente fantástica.
Fue el roce de manos y el grito al viento
susurrando: "Me gustas".

Esperanzas de cristal


Mi vida necesita esperanzas, aunque sean de esas
de cartón y plástico.
Tan sólo acarician mi pensamiento
y ya dejo escapar una sonrisa
y ya comienzan mis ojos a brillar.
Apenas ha pasado un instante y en mi mente
las ideas, sólo las ideas bellas,
han conformado una imagen perfecta de un futuro perfecto.
Alargo el brazo e intento atraparlo
pero mis puño arañan el aire.

Abro los ojos y la fantasía de cristal se rompe.
Abro los ojos y encuentro la noche allá fuera,
los pedacitos de cristal y cartón me señalan con el dedo
y se ríen de mí.

lunes, 5 de septiembre de 2011

Tras una rejilla metálica de lágrimas


No hace falta amordazar el aire para sentir que algo se escapa,
que algo se eleva, se escurre y se aleja
en el horizonte lejano y aún apenas anaranjado.

Otro día escribiré versos sinceros que lleven
palabras dulces, versos de nata.
Pero hoy tengo la mirada oculta tras esa rejilla de lágrimas
donde a menudo nos escondemos
y no puedo dejar de pensar en las mañanas tristes que llegan,
las mañanas grises, cuadradas de números y tristes,
sin la presencia de aquéllos que marchan lejos
(siquiera de los que marchan cerca),
sin bromas, sin choques de palmas aleteantes
por los que sonreír a la lluvia.

Rumor de medianoche


No hay cura para el loco solitario
que escucha sin compañía el rumor de medianoche
(y es un rumor que viene de lejos,
no se sabe de dónde, viene de lejos).

Para los enamorados, es sólo un soniquete más
entre sus jadeos de pasión,
una estrella más en el cielo, que brilla
igual que todas.

Pero para un loco solitario como yo
que escucha su murmullo sombrío en el aire de nostalgia,
de perfume de recuerdo de otro tiempo,
y en el aire de esperanza vana,
de miedo feroz, de terror súbito ante un horizonte sin alas;
para un loco solitario como yo
es una melodía de cuchillos danzantes
donde tonos graves y tonos agudos van rasgando mi piel,
muy hondo, mi músculo y mi corazón,
y allí reposan con un eco profundo,
un eco desgarrador, salvaje e imperturbable,
un eco triste de soledad y amor.