viernes, 5 de junio de 2009

Encerrado en la oscuridad


Abrí los ojos bruscamente, como quien despierta de una mala pesadilla, pero de poco me sirvió, pues todo estaba oscuro y seguía sin ver nada. Con los ojos bien abiertos, deshice los puños que habían formado mis manos y extendí al máximo los dedos para comenzar a palpar el suelo a mi alrededor. Era frío y húmedo. Apoyándome en las manos, me incorporé lentamente hasta quedar sentado, intentando no hacer ningún ruido, pero el roce de la piel de mis manos con el suelo emitió un desagradable ruido que me dio un buen sobresalto. Con el cuerpo ya temblando ligeramente y las pulsaciones aumentando a medida que lo hacía mi miedo, me levanté del todo.

Giré la cabeza hacia todos los lados, pero no, estaba todo oscuro aún y yo seguía sin ver nada. Di un paso tembloroso que hizo que un ligero murmullo reverberara, por lo que también deduje que cerca de mí había alguna pared. Un escalofrío recorrió mi espalda. Avancé otro paso, intentando de nuevo hacer el menor ruido posible pero sin conseguirlo, ya que temblaba tanto que me era imposible controlar la fuerza con la que pisaba. Di algún paso más, con las manos tanteando el aire que había delante de mí, sin encontrar nada. Finalmente, toqué algo. Di un leve brinco por la sorpresa, pero me tranquilizó ver que se trataba de una superficie lisa. Seguí palpando y llegué a la conclusión de que había encontrado la pared que antes había supuesto. Continué palpando la pared hacia mi izquierda y enseguida llegué a una esquina. Después otra y otra y otra y otra. Como todas eran más o menos ángulos rectos deduje que me hallaba en una habitación cuadrada (más o menos había notado la misma distancia de una esquina a otra) y que ahora me hallaba de nuevo en la primera esquina que había encontrado. Me quedé algo más tranquilo al saber la forma que tenía la habitación donde fuera que estuviese. De repente me paré a pensar y me di cuenta de que no había notado ninguna puerta, ni siquiera un leve resquicio que diera opción a una puerta secreta, todo era liso. Un escalofrío más fuerte que el anterior me recorrió la espalda de arriba abajo. Estaba encerrado.

Me dispuse a volver al centro de la habitación (que según mis cálculos es donde había empezado), mientras mis manos seguían tanteando el aire vacío. De pronto, mis manos tocaron una forma irregular. Me quedé paralizado, con los ojos muy abiertos y el corazón latiendo desbocado. Solo pude mover las manos y descubrir que la forma irregular continuaba y también, al menos esa impresión me dio, se movía. Entonces recuperé la movilidad de mi cuerpo y trastabillé hacia atrás hasta que caí sentado. Me cubrí rápidamente la cara con los brazos, cerrando los ojos y esperando lo peor. Sin embargo, después de unos segundos todo seguía oscuro, en silencio y sin que nada ocurriera. Poco a poco fui quitando los brazos de delante de la cara y me levanté. Cogí coraje y volví a donde había encontrado la forma irregular. Tanteé el aire. No había nada, lo que fuera que hubo antes había desaparecido. Los temblores que sacudían mi cuerpo se hicieron aún más fuertes.

De repente, oí el chirrido de una puerta vieja y oxidada al abrirse. “Imposible”, me dije intentando tranquilizarme, “todo sigue igual de oscuro y ya comprobé que no había ninguna puerta”. Seguí escuchando, paralizado, con la mano aún haciendo un intento fallido de encontrar algo en el aire, y oí unos pasos que se me acercaban desde en frente. Empecé a temblar aún más violentamente y a tener espasmos, siguiendo sin poder moverme mientras oía los pasos acercarse poco a poco, resonando vibrantes, hasta que finalmente se pararon cuando ya estaban a mi lado. Lo único que pude hacer fue encogerme cuanto pude y volver a esperar lo peor. Sin embargo, volvió a transcurrir el tiempo y no pasaba nada, ni se oía ya un solo murmullo. Levanté la cabeza con cuidado, con miedo y el cuerpo temblando bruscamente y miré a mi alrededor en un acto instintivo, pero de poco me sirvió, pues todo estaba demasiado oscuro como para ver nada.

De nuevo no pasaba nada, que raro. Para mi horror, volví a oír un leve murmullo. Pero esta vez no eran pasos acercándose ni el chirrido de una puerta al abrirse, esta vez era algo distinto. Siguiendo a mi intuición y mi oído, me acerqué hacia una de las paredes, descubriendo de esta forma el origen del ruido: las paredes se estaban moviendo hacia el centro, de tal forma que llegaría un momento en que me aplastasen. Llevándome las manos a la cabeza y abriendo los ojos como un loco, empujé con toda mi fuerza la pared que tenía delante, pero siguió sin ceder. Después cambie a la pared a mi izquierda. Y volví cambiar y volví a cambiar. Así sucesivamente, en un intento en vano de detener su inexorable marcha. Finalmente agotado, acudí de nuevo al centro de la habitación. Me senté, hundí la cabeza entre las rodillas y empecé a sollozar fuertemente. Sin ninguna razón aparente, de repente ceso el murmullo: las paredes se habían detenido. Dejé de llorar, sequé las lágrimas que aún quedaban por mis mejillas y levanté la cabeza, ya sin esperanzas de que esto llegara a parar en algún momento. Noté un frío contacto en mi espalda. Sin siquiera ya volverme, arrebatado por la locura, empecé a rodar por el suelo profiriendo gritos salvajes. El contacto paró durante un momento para después volver de nuevo el chirrido de la puerta y el eco de los pasos acercándose. Después el murmullo de las paredes rozando contra el frío y húmedo suelo y de nuevo el contacto frío en mi espalda. Paré de gritar, sollozar y rodar, quedando tumbado hacia arriba. Durante unos instantes no se oyó nada. De repente, estallé en una risa tan estremecedora que cualquiera con solo oírla habría enloquecido.

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