lunes, 22 de diciembre de 2008

La Carta

Los pájaros cantaban alegres en la mañana. Óscar se incorporó en la cama y se desperezó. Subió la persiana lo husto para que un suave haz de luz entrara por la ventana. Se vistió y desayunó tranquilamente, hoy no tenía que trabajar, era domingo.

Como todos los días, salió a dar un paseo a la tímida luz del sol de la mañana, para dejar que la fresca brisa de la orilla del mar despejara su mente e intentar inspirarse.

Después de tres horas de paseo y calma (como todos los domingos, a las 12 en punto), volvió a casa. Según llegaba, se fijó en que había una carta nueva en el buzón. La cogió y, sin abrirla aún, entró en casa y subió a su cuarto.

Se sentó en la mesa de su escritorio (él era escritor, y en esa mesa era en la que la fina punta de su pluma rasgaba suavemente la superficie blanca para encontrar palabras). Abrió la carta y comenzó a leer:

Estimado Óscar Fernández Ruiz,

Como ve, sé su nombre y sus apellidos, sin embargo usted no me conoce a mí. Le diré simplemente que sus novelas y cuentos me apasionan y lloro cada vez que leo alguno de sus poemas.

Movido por la adoración que le profeso, le he estado observando estos días. Levantarse a las 9, desayunar y vestirse tranquilamente, dar sus paseos de dos horas, sentarse en el escritorio (en el que seguro que está leyendo esta carta) para rasgar con su pluma el papel...

Y me ha llamado una cosa verdaderamente la atención: no hace nada que le pueda distinguir de los demás. Bueno, con un matiz, escribe magníficamente; pero por lo demás, si alguien lo ve por la calle sin saber que es Óscar Fernández Ruiz, podría confundirle con cualquier otro, pues el poder de su mano y su mente es invisible (como he descubierto que es todo lo importante) a la vista de nuestros ojos.

Por eso (me avergüenza decirlo pero es verdad), le he empezado a tener envidia... y esta no es sana. ¿Cómo puede escribir tan bien si aparenta ser normal?

En fin, qué le voy a hacer...

Sin más, me despido añadiendo sólo una cosa: hasta siempre. Por que estás palabras serán las últimas que lea, Óscar, de eso me encargaré yo...

Los pájaros cantaban alegres en la mañana...

domingo, 14 de diciembre de 2008

Sin título I

Volver a escuchar tu voz rozando el viento y llegando a mí,
volver a sentir en la oscuridad la luz de tu sonrisa,
encontrar tu mirada en la mía y notar nuestras almas próximas,
sentirte a mi lado aunque fuese un instante.

Hiela el frío gotas de agua suspendidas un segundo en el aire,
caen hojas del otoño presas como el llanto de los árboles,
el viento caprichoso las sacude y las arrastra
a rincones oscuros en olvidados parques.

Deposita la humanidad los desechos en sus caminos de cemento
y forma con la lluvia un ungüento apetitoso,
a donde van a parar las hojas caídas para terminarlo,
mientras los hombres caminan tranquilos por la calle.

Allí irá mi cuerpo y mi alma, por el sendero de la pena,
atravesando profundos mares de lágrimas
y desiertos de sentimientos,
para encontrar mi lugar, entre los desechos, entre los llantos,
entre las hojas caídas,
y mientras ahí arriba solo escuchan el canto de los pájaros,
yo solo puedo no dejar de amarte.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Poema: "Vuelan"

Vuelan de todos los colores pájaros de hierro,
vuelan en su triste pasar por violentas ráfagas,
vuelan rápidos, vuelan negros.

Al mismo tiempo se funden en mi trivial mirada
en verdes gotas del llanto del cielo,
en los cristales de mi ventana.

El viento ruge y las arrastra y las mece,
como a los granos de arena en la playa,
para abandonarlas descuidadamente.

Pero los pájaros no se dan por vencidos,
los pájaros vuelven,
retoman su camino.

De ira recubren su ya oscuro halo
y se someten vagos a su destino,
guardando el llanto en tarros olvidados.

Corroe sus cuerpos el llanto ácido
pero, sin darse cuenta y cansados de no hacer nada,
siguen sus absurdos cánticos.

Entre la masa de plumas negras sueñan alcanzar un lugar
grande,
un desierto árido,
donde, aunque no lleven a ningún lado, sus vuelos canten.

Y vuelan, estúpidos y negros, olvidados,
para desplegar, tomando entonces de la muerte parte,
en el cielo sus alas negras y en mi ventana su canto.

viernes, 28 de noviembre de 2008

Poema: "Quiero llorar"


Quiero llorar


Quiero llorar

y que las lágrimas rocen mis mejillas
en torrentes de palabras muertas
y en cascadas que giren en torno a mi vida.

Quiero llorar
y que estas lágrimas de cristal
rompan en estrépito contra el suelo
como si anunciaran mi funeral.

No hace frío ni tampoco llueve,
el pozo es demasiado grande,
solo existe el rumor de las lágrimas
que amenazan con ahogarme.

Y me hundo y hundo más
como si buscara la llave
de mi vida para decirle a la muerte
que haga el favor de llevarme.

Y esta cascada de cristal
que resbala por la ventana
y va a formar al suelo un charco
en el que veo mi cara deformada.

Me encierro tras estos muros de lágrimas y tinta,
de cristal y palabras,
aquí, donde los pájaros callan y solo hay silencio;
aquí, donde mis lágrimas mueren en un charco de piedra fría,
aquí, donde estoy solo... y sólo hay nada.

jueves, 27 de noviembre de 2008

¿Por qué no darse cuenta?

(Nota del autor: es una historia que tenía que hacer para clase de Lengua con las siguientes limitaciones: el título debía empezar por "¿Por qué...", debía aparecer la palabra "camino", el verbo "acabar" en alguna de sus formas, al menos un diálogo, una metáfora y se tenía que desarrollar en Santander por esta época que vivimos.)


Estaba sentado en el alféizar de la ventana cuando el cielo oscuro empezó a teñirse de rubio en aquel barrio a las afueras de Santander. Permaneció inmóvil, impasible, dejando que la brisa del alba acariciara su rostro y meciera sus cabellos, tiñéndolos de destellos dorados. A sus oídos llegaba el alegre canto de los pájaros despertando la mañana, con el que se deleitaba antes de que llegara el ruido de esas máquinas inundando todo.

Al cabo de un rato, el aparatoso pitido del despertador lo sacó de sus ensoñaciones. Se bajó del alféizar y lo apagó bruscamente. Odiaba aquel desagradable sonido que irrumpía en la armonía de la mañana y el canto de los pájaros. Desgraciadamente, era necesario para no llegar tarde a clase.

Se vestía con lo que su mano al azar elegía del armario, sin las órdenes de su aún ausentada mente, procurando no repetir lo del día anterior. Iba a desayunar a la cocina con sus padres, pero apenas hablaban. Ellos estaban demasiado dormidos, él no se esforzaba, con la mente aún llena de ensoñaciones y pensamientos.

-Buenos días -saludaba.
-Buenos días -respondían sus padres, terminando toda conversación.

Después, su padre lo llevaba en coche a clase. Tampoco hablaban, uno demasiado dormido, otro demasiado abstraído.

Pasaban las clases, las horas y, cuándo quería darse cuenta, ya había acabado otro día más, sin nada interesante.

Esta podría ser una buena descripción de lo que era mi vida hasta ahora. Días aburridos y monótonos, como el sonido de las agujas del reloj en su largo camino.

Pero hoy todo ha cambiado de repente. Me he levantado, he hecho todo lo que hago siempre, monótono y aburrido, sin que mi mente soñadora percibiera apenas nada. Llegué al colegio, fue algo extraño, nadie me hablaba, parecía que ni siquiera me veían. Pero como normalmente tampoco solemos hablar mucho, lo atribuí a que no les apetecía o habían quedado en algo entre ellos para conseguir apartarme del todo, así que no le di mucha importancia.

Así, volví a casa, habiéndome olvidado ya de la anécdota del colegio y sin darme cuenta de lo que hacía.

Llegué y, tras comer, me senté al sofá a ver las noticias del día. Según puse el canal local, escuché atento, estaban relatando que había ocurrido un incendio en la calle San Fernando, número 34, primero izquierda. Tras un instante de lucidez, justo antes de la tormenta, comprendí que había muerto entre las llamas mi único y mejor amigo. Entre risas y lágrimas pensé:

"Qué tonto he sido, ¿cómo no me he dado cuenta de que esta mañana me he levantado muerto?".

viernes, 7 de noviembre de 2008

Poema: "Un sueño"

Un sueño

Trece años, camina hacia el colegio.
Se sienta en su pupitre,
sola y sin amigos.
Pero no le importa, sabe que ese
no es su sitio.
Ama los sueños, sus sueños, sí,
ese es su sitio.

Desde que llega a casa es su único anhelo,
que anochezca,
y con la luna y la noche,
lleguen la cama y los sueños.
Los sueños, sus sueños, eso que tanto ama.
Dragones, héroes y tiranos,
ser princesa en su castillo.

Lo único que anhela más que soñar sus sueños,
es poder vivirlos.
No comprende,
es demasiado joven.

Y otra tarde más llega a casa,
melancólica,
y saluda a sus padres deseando que llegue
la luna y la noche.

Sube a su cuarto y cierra la puerta,
pasan las horas.
Por fin llega el mágico instante, llegan
la luna y la noche y las estrellas.

Ya está entre las suaves sábanas
y la cabeza contra la almohada,
ya está adormecida por la suave brisa
que roza su ventana.

En un último acto consciente,
desea lo de siempre:
soñar y soñar y no despertar.

Pero hoy el sueño es diferente,
quizá no acertemos
llamándolo sueño...

Sólo hay soledad y frío,
oscuridad,
parece una réplica de su vida.
Se adentra más,
ansiosa de encontrar
su castillo, sus ropajes de princesa,
su príncipe, sus dragones,
a la vuelta de esa esquina
o más allá,
al fondo.

Pero no sabe qué es esto.
No sabe que por fin va a soñar y soñar
y no despertar,
porque este es su último y gran sueño.

Egocéntricos

En el camino de vuelta a casa, vi un cartel de una asociación humanitaria, que me ha hecho reflexionar mucho... Bueno, empecemos por lo esencial, esta asociación se dedica a recoger fondos para ayudar a países del tercer mundo. Esto en principio es muy bonito, está muy bien, como el tema de los derechos humanos y todo eso, pero me pregunto:

¿No deberían también, según el mismo criterio que aplican para decir que todas las personas tienen los mismos derechos (y como consecuencia se da origen a la solidaridad), tener los mismos derechos un animal cualquiera, una planta o cualquier ser vivo? ¿Acaso no viven ellos también? ¿O es que nos creemos mejores? ¿No va eso contra la doctrina que se intenta difundir de la igualdad entre personas, que nadie por "ser mejor" tiene más derechos que los demás? ¿Acaso no se debería apoyar la evolución de los animales, plantas y etc. igual que apoyamos el desarrollo de los nuestros? Esto, por lo menos en mi opinión, demuestra lo terriblemente egocéntricos que nos creemos, desde el primer hasta el último ser humano de la Tierra.

Aún reflexionando esto me metí en la cama, pensando, con impotencia y pasotismo a la vez, que no podía hacer esto solo.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Poema: "Realidad soñada"

Realidad soñada

Estás, estás aquí a mi lado,
sí, a mi lado estás,
después de tanto tiempo soñado,
por fin estás,
aquí,
a mi lado.

Despierto, otro sueño,
no es real,
sólo la expresión de mi más profundo deseo,
no es real.

Maldigo mi propia imaginación, mi propia inocencia,
maldigo,
por haber creído que estabas, un imposible,
aquí a mi lado.

Impotencia abrumadora que me invades,
cual ladrón,
soy la nueva víctima de tu engaño,
otro sueño.

De sueño en sueño espero el paso del tiempo,
una eternidad,
o un instante hasta volver a verte,
aquí, a mi lado.

Espero y me desespero, vana es la espera,
inútil, que yo
ingenuamente creí haber creído, haber soñado...
sólo es otro sueño.

En este laberinto de sueños perdidos y rotos,
de engaño y mentira,
de muros inexpugnables entre los que, perdido,
ya sé que no sólo fue un sueño.

lunes, 6 de octubre de 2008

Camino

"Hace tiempo que camino a oscuras. Camino a oscuras, por un sendero marcado con antelación, tengo miedo de lo que pueda pasarme si me salgo de él. El ruido de mis pasos rebota contra la oscuridad y atormenta mis oídos, amenazando con dejarme sordo. No tengo comida ni agua. ¿Acaso los necesito? La lluvia empieza a caer. Sí, no me preguntéis cómo, pues como vosotros pensaba que estaba en un lugar cerrado, donde la única opción era seguir el camino. Pero no, la lluvia cae sobre mi cuerpo desnudo y me moja, haciéndome sentir frío. Ah, ahora recuerdo que se me había olvidado comentarlo, estoy desnudo. Aunque, pensándolo mejor, primero tendría que averiguar si tengo cuerpo, pero esta oscuridad opresiva no me deja ver nada.

Sigo andando por el sendero durante horas, días, años. Espera un momento. No tengo reloj, quizá sólo es un segundo que se me ha hecho eterno.

Así que sigo caminando, durante este eterno segundo, buscando algo, pero nada en concreto, es decir, sin buscar nada. Camino. ¿Por qué camino? Porque hay un sendero delante de mí. ¿Por qué no voy a otros lados? Pero qué cosas preguntas, en otros lados no sé si habrá camino.

De repente, noto una presencia a mis espaldas. Sorprendido y aterrado, me doy la vuelta. ¿Cómo imaginar que hay algo más aparte de mí y el camino? No veo nada, pues todo está oscuro, pero alcanzo a intuir la presencia de otro "algo". Primero, un escalofrío me recorre. Después de unos instantes, emocionado, la abrazo. Tan ansiada, la había esperado durante todo este tiempo sin saberlo. Me dejé llevar por su suave tacto, sus dulces caricias, el sentimiento de que me elevaba lentamente, gozando de su presencia.

Mientras continuaba la placentera ascensión, separé un momento la vista de mi salvadora y "observé" (mejor dicho, intuí) la presencia de otros, que, como yo, seguían un camino prefijado. Seguí ascendiendo, mientras continuaba observando la variedad de caminos:

Había caminos paralelos, donde los caminantes, aparte de intuirse el uno al otro, poco más podían hacer, sus senderos nunca llegaban a cruzarse. Había otros solitarios (como el mío), que ni siquiera podrían intuir nunca la presencia de otro alguien. Otros, se cruzaban en ciertas partes, de manera que los caminantes podían disfrutar de otras presencias en determinados momentos. Los que más me llamaron la atención fueron los caminos que avanzaban unidos, es decir, los caminos de 2 personas. Qué felices debían ser.

Continúe subiendo, mientras mi vista alcanzaba curiosa a más y más caminos. De repente, apareció uno que llamó mi atención. No era un camino cualquiera. Su caminante, lejos de dejarse guiar por la prefijación de su sendero, lo agarraba con fuerza y lo iba girando, a su gusto. Escandalizado, me pregunté cómo era posible. Quién se creía aquel, que pretendía cambiar la dirección de su camino. Sin más, terminé mi ascensión, con la frustración aún en la mente."

Los presentes aplaudieron, emocionados, ante el relato que acababan de oír. El que lo había leído acataba los aplausos agradecido. Sin duda, era un gran relato, el relato de su muerte.

martes, 30 de septiembre de 2008

Una vida destrozada

Volvía a casa andando, fijándome en un mendigo en medio de la calle, pidiendo limosna, como todos los días. Sus ropas estaban raídas a más no poder, apenas tenía carne en los brazos, estaba totalmente desnutrido y su piel se mostraba muy sucia. Miraba a los que pasábamos semi-cegado por las cataratas que acosaban sus ojos, mientras continuaba en su triste labor de pedir limosna. Destrozado por la pena que sentía por aquel pobre mendigo, le dejé una cuantiosa limosna (por lo menos en comparación con la normal) y continué mi camino hacia casa.

Ahora que ya he llegado, siento que el mendigo me ha inspirado para escribir un nuevo relato:


Observo el campo a mi alrededor, donde el viento esparce las hojas caídas de los árboles. El viento, el mismo viento que arrastra estos trozos de mi vida, de mi corazón, de mi alma. Apesadumbrado, miro al cielo, observando tornarse grises las nubes y su llanto descargar sobre estos campos. Llanto, el mismo llanto que cae sobre mi herida, intentando cicatrizarla, pero sólo consiguiendo aumentar el dolor.


Al fondo, veo a aquel hombre desesperado; el viento y la lluvia arrasaron su cosecha, arrasaron su vida. Continúa lloviendo, y el viento azota cada vez con más intensidad, mientras el hombre intenta salvar a sus pobres plantas. Y llora, imitando al cielo, observándolas morir una a una.

Destrozado, levanto la vista del espejo y la dirijo a mi cosecha arrasada. Mis plantas, mis pobres plantas, que sucumbieron ante la lluvia y el viento.

La tormenta llega, y las gentes de la ciudad respiran tranquilas, pues ven que está lejos de ellos, en medio del campo.

Que tire sus rayos sobre mis pobres plantas destrozadas, sobre mí. Qué más les da a las gentes de la ciudad. A ellos no les llega, y eso basta.

Sólo es uno más.


Terminé el relato emocionado y lo guardé con los demás. Mañana volvería a pasar por la misma, calle, viendo al mismo mendigo, con las mismas ropas, las mismas condiciones, diciendo las mismas cosas. Y sentiría la misma pena.

lunes, 22 de septiembre de 2008

Poemas 3

Estoy sentado en un sillón, en mi consulta, mientras aún recuerdo a mi querida paciente, ya que la cita con mi ultimo paciente me ha resultado algo aburrida. Pienso en ella, mientras espero que todo le vaya bien.

Mientras sigo pensando en ella, me siento inspirado, así que cojo boli y papel y empiezo a escribir:


Amor

Lloro lágrimas de amor,
sentado en la cama,
echando en falta mi corazón,
mi alma, una razón para existir.
Me siento solo, solo
como aquel pájaro al viento
en medio de un océano helado.
Y vacío, como una botella que,
ya usada, se abandona en cualquier lado.
Lloro estos versos
y mis lágrimas se funden con la tinta
creando un río de palabras de amor sin sentido.
Qué más da que se pierda lo escrito,
ella se fue y lo demás no importa.
Que la vida acabe,
el mundo desaparezca
y no haya nada,
yo seguiré llorando.
Puede que estas lágrimas
sean las últimas que hablen de ella,
puede que continúe llorando hasta mi muerte...
y puede ser que ambas cosas sean lo mismo.


Cuando me muera

Cuando me muera,
lloraré por no poder llorar,
reiré por no poder reír.
Sentiré que no siento nada,
que me dan igual aquellos a los que quería,
que me doy igual yo mismo.

Cuando me muera,
gritaré en el silencio de la soledad,
viviré en un mundo de inexistencia,
viajaré por el vacío y llegaré a ninguna parte.

Cuando me muera,
sabré mi propio futuro, es decir, nada;
veré mi esquela en un periódico que no llegaré a leer.
Me contaré chistes sin voz
en mi mente desaparecida
y reirá mi boca, ya perdida.

Cuando me muera,
hablaré conmigo mismo
en un diálogo en el que no diré nada.
Amaré el vacío,
pues no habrá otra cosa en la que depositar mis inexistentes sentimientos.
Sabré que no sé nada.

Cuando me muera,
navegaré perdido por este océano oscuro,
sangrará mi inexistente corazón,
haré infinitas cosas
y no haré nada, no seré nada.


Solo

Solo, en esta ciudad desierta,
sin nadie que me acompañe,
ni una mísera ráfaga de viento.
Ando por estas calles solitarias,
me paro y espero mientras observo
mi alrededor en busca de alguien.
Pero por mucho que ande,
que espere o que observe,
estoy solo, perdido en mí mismo,
en esta ciudad desierta.
En el cielo no hay nubes,
ni tampoco está estrellado,
una inmensa negrura
se alza sobre mí,
haciéndome sentir minúsculo y sin valor.
Creo que me estoy volviendo loco,
hace días que no hablo,
quizá ya no sepa;
me limito a andar, esperar, observar...
intentando perderme a mí mismo,
ya que no encuentro a nadie más.

Navego

Navego en un barco,
sobre el río de mis lágrimas,
un río de recuerdos y sentimientos,
un río por el que mi velero,
descontrolado, navega perdido.
Y así, sin rumbo ni brújula, ya perdido el norte,
llegaré a perderme hasta a mí mismo,
ahogado en mis propias lágrimas,
perdido en mi propio río,
en este infinito vacío.

Le di los últimos retoques y, contento por el resultado, guardé los poemas y salí camino a casa.

sábado, 6 de septiembre de 2008

Groucho Marx

Estoy en casa leyendo citas célebres de distintos autores antes de ir a la consulta, ya superado (por lo menos en la maoyr parte) el dilema amoroso, cuando de repente se me aparece una de Groucho Marx (de cuyo genial humor yo ya tenía noticia) y no puedo sino leerme todas sus frases:


La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados.


Hijo mío, la felicidad está hecha de pequeñas cosas: Un pequeño yate, una pequeña mansión, una pequeña fortuna…

Lo malo del amor es que muchos lo confunden con la gastritis y, cuando se han curado de la indisposición, se encuentran con que se han casado.

¡Hay tantas cosas en la vida más importantes que el dinero! ¡Pero cuestan tanto!.

Fuera del perro, un libro es probablemente el mejor amigo del hombre, y dentro del perro probablemente está demasiado oscuro para leer.

Encuentro la televisión muy educativa. Cada vez que alguien la enciende, me retiro a otra habitación y leo un libro.

Disculpen si les llamo caballeros, pero es que no les conozco muy bien.

El secreto de la vida es la honestidad y el juego limpio, si puedes simular eso, lo has conseguido.

Nunca olvido una cara pero con la suya voy a hacer una excepción.

Estos son mis principios. Si no le gustan tengo otros.

Es usted la mujer más bella que he visto en mi vida, lo cual no dice mucho en su favor.

Inteligencia militar son dos términos contradictorios.

Todavía no sé qué me vas a preguntar, pero me opongo.

Hace tiempo conviví casi dos años con una mujer hasta descubrir que sus gustos eran exactamente como los míos: los dos estábamos locos por las chicas.

He tenido una noche absolutamente maravillosa. Pero no ha sido ésta.

El matrimonio es la principal causa de divorcio.

¿Por qué debería preocuparme por la posteridad? ¿Qué ha hecho la posteridad por mí?

Cualquiera que diga que puede ver a través de las mujeres se está perdiendo un montón de cosas.

Debo confesar que nací a una edad muy temprana.

¿Servicio de habitaciones? Mándenme una habitación más grande.

La humanidad, partiendo de la nada y con su sólo esfuerzo, ha llegado a alcanzar las más altas cotas de miseria.

¿Que por qué estaba yo con esa mujer? Porque me recuerda a ti. De hecho, me recuerda a ti más que tú.

Humor es posiblemente una palabra; la uso constantemente. Estoy loco por ella y algún día averiguaré su significado.

No puedo decir que no estoy en desacuerdo contigo.

Desde el momento en que cogí su libro me caí al suelo rodando de risa. Algún día espero leerlo.

Citadme diciendo que me han citado mal.

Cuando muera quiero que me incineren y que el diez por ciento de mis cenizas sean vertidas sobre mi empresario.

¿Pagar la cuenta? ¡Qué costumbre tan absurda!

¿A quién va usted a creer, a mí o a sus propios ojos?

He disfrutado mucho con esta obra de teatro, especialmente en el descanso.

Nunca pertenecería a un club que admitiera como socio a alguien como yo.


Por último, y para concluir la faena, su epitafio (la nota en su tumba):

Perdonen que no me levante.


"Este hombre es un genio", pensé mientras reía.

Después de esto, tras haber pasado un rato muy agradable y divertido con este hombre de humor fabuloso, salí hacia la consulta, pues me esperaba un nuevo día de trabajo, con un nuevo paciente.

viernes, 5 de septiembre de 2008

Ella

Acudió a mi consulta un día, otro día y al siguiente. Así consecutivamente hasta hoy. La veo irse por la puerta, intento reprimir las lágrimas hasta después de que salga. Me acaba de decir que ya no volverá o no cree que vuelva, pues ya da por finalizada su asistencia a la consulta, se va a otro país. Durante estos días, este mes, la había tenido aquí todas las semanas, pudiendo disfrutar de su agradable presencia día tras día mientras yo, encantado, la ayudaba a sobrellevar sus problemas. Sin embargo, ya está, ya no volverá más, y ahora siento no haberle dicho que me había enamorado de ella, en vez de una simple despedida de "ha sido un placer ayudarte, quizá algún día nos volvamos a ver".
Ya se fue y me quedo sentado en el sillón, con la mirada baja, mirando sin ver al suelo, mientras las primeras lágrimas caen por mis mejillas. Lentamente, me levanto y empiezo a buscar. Buscó algo muy especial, un poema, un gran poema de amor, del gran Pablo Neruda. Sé que me hará llorar más, pero no me importa, sólo quiero volverlo a leer y sentirme identificado con sus versos:

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Escribir, por ejemplo: "La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos."
El viento de la noche gira en el cielo y canta.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
En las noches como esta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.
Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche esta estrellada y ella no está conmigo.
Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.
La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.
De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
Porque en noches como esta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque este sea el ultimo dolor que ella me causa,
y estos sean los últimos versos que yo le escribo.



Las lágrimas empezaron a caer a raudales por mis mejillas y yo, sin más, me llevé las manos a la cabeza y me dediqué a llorar en silencio.

Pasado un buen rato, me levanté y salí para casa. El día era frío y lluvioso, parecía que el tiempo quería acompañarme en el sentimiento.

Llegué a casa, me tumbé en la cama y cerré los ojos. Estuve un rato así meditando hasta que sentí ganas de escribir yo también mi propio poema. Sé que en comparación con el de Neruda iba a resultar insignificante, pero qué le iba a hacer, y necesitaba desahogarme. Así pues, cogí papel, bolígrafo y me dispuse a escribir:

Estoy sentado en la cama,
las lágrimas resbalan por mis mejillas
mientras miro por la ventana
caer la lluvia en la calle.
Se me aparece tu imagen
y ahora comprendo que no es cierto
el refrán de "Nunca es demasiado tarde".
Mientras miro la cama,
caen lágrimas en la calle,
estoy sentado en la ventana
y la lluvia resbala por mis mejillas.
Una ráfaga de viento cruza la estancia,
mi cuerpo cae al vacío,
infinito para mi mente;
pero no importa,
dejé de hacer demasiadas cosas...
simplemente, no te dije "te quiero".

Vuelvo a romper a llorar, esta vez con más intensidad aún si puede ser y me tiro a la cama, con la cabeza contra la almohada. Al cabo de un rato, y con la almohada mojada de mis lágrimas, me levanto y, siguiendo mi propia doctrina, me dispongo a aceptar que se va, que posiblemente no la volveré a ver más, que quizá nunca sea mía. Daría lo que fuera por tenerla aquí a mi lado, tenerla por siempre, por un tiempo infinito inacabable, besarla, tocarla, tener sus suaves rizos castaños entre mis manos, tenerla, que ella me amara en un grado tan inmenso como la amo yo. Durante siglos y siglos.

Pero he de ser realista, nunca la tendré a mi lado, ni su cabello en mis manos, ni sus suaves curvas, nunca tendré su boca contra la mía, nunca me dirá un "te quiero", simplemente porque no estará aquí y no será lo que sienta. Y esto, duele, oh, sí que duele.

Miro aquel parque allá a lo lejos. No ha nadie. Miro la calle. Tampoco. El normalmente bullicioso bar, tampoco. Me siento terriblemente solo, como si el mundo acabara aquí, por el simple hecho de no tenerla a mi lado. Sí es así, que el mundo acabe ya, por favor, no quiero soportar este tormento más.

Me quedó un rato así, sin hacer nada, sin pensar nada, dejando vagar mi mente por la nada. Salgo de mi ensoñación y me fijo que sí que hay gente en el parque, sí que hay gente en la calle, sí que hay gente en el bar. Qué estúpido he sido, que me propuse ver con los ojos cerrados. En el parque vi un brote tierno de una semilla que acaba de germinar.


(Nota del autor: para evitar confusiones, por si acaso, aclaro, el primer poema, como ha dicho Mario, el personaje, el psicólogo, es de Pablo Neruda, un gran poema sin duda alguna, quizá sea el mejor poema de amor. El segundo sí que es mío. Para veces posteriores, todo lo que dice el personaje que escribe él, lo escribo yo, y, por supuesto, si dice que algo lo escribe alguien, ese aluien es el que lo ha escrito en la realidad)

lunes, 1 de septiembre de 2008

¿Único?

Estaba tirado en la cama, demasiado aburrido como para levantarme, dejando vagar mi mente por el mundo de los pensamientos cuando me vino a la cabeza una idea. Me incorporé lentamente y me puse a pensar sobre ello. Siempre había dado por supuesto que todas las personas eran como yo (no de aspecto físico sino más bien en lo psicológico, es decir: podían pensar, tomar decisiones...), pero estas reflexiones me llevaron a pensar que yo podría ser único. Lo que me llevo a pensar esto es que puede que los demás simplemente estén programados, es decir, no tengan capacidad de elección ni piensen como yo. Porque, podía estar todo programado sin ningún problema. Quizá si algún científico había realizado un descubrimiento era porque algo lo había "marcado" así, o simplemente había nacido "marcado" de esa forma. No era una perspectiva atractiva precisamente, y pensar que todo podía ser así me hacía sentirme solo, terriblemente solo.

Al pasar por un kiosco vi al dependiente que le vendía el periódico a un anciano señor y me pregunté si de verdad aquel señor había tenido la voluntad propia de ir a comprar el periódico o estaría grabado en su ser.

Seguí reflexionando y me di cuenta de una cosa, mientras mi miedo aumentaba por momentos, también podía ser que yo estuviera planificado. Puede ser que cada pensamiento, cada sentimiento, cada idea, estuviera "marcada" en mí ser. Si es así, esto que estoy pensando no he llegado a ello porque sea especialmente listo o loco, sino porque estaba predestinado a ello. Porque, si no, ¿cómo es que me podía relacionar con los demás y que ellos supieran actuar en función de lo que yo les decía?

Tras darle más y más vueltas, pensé incluso en que todo pueda ser en una disposición de la imaginación, que todo esto que siento (tanto por los sentidos como los sentimientos) fuera una invención de mi imaginación que, mientras mi mente permanecía dormida, había expuesto en ella a fin de no aburrirse.

Seguí pensando y pensando y cada vez se me ocurrían otras perspectivas. ¿Y si los religiosos tenían parte de razón, y después de esto había otra vida, esto eran imaginaciones mías y después vendría la vida? ¿Y si simplemente yo fuera un ente compuesto simplemente por imaginación, una imaginación que me hacía "vivir" todos estos momentos.

Me sobresalté al oír un ruido, había olvidado que estaba sentado en la cama. Me orienté rápidamente y detecté la procedencia del ruido: el móvil. Me incorporé algo mareado y miré quién llamaba. Mi novia. Entonces pensé: <<¿Qué más da cuál sea la realidad? Nunca lo sabré, pues hay posibilidades ilimitadas y es imposble demostrar que sólo hay una. Así, aquí, en esto, sea lo que sea, yo soy feliz y eso es lo que importa>>. Así pues, con una sonrisa en la boca y ánimos renovados, respondí a la llamada.



Ahora, en mis últimos días de vacaciones, mientras disfruto de un tranquilo y fresco hotel en Finlandia, se me ocurrió este cuento, tumbado en la cama, algo aburrido, simplemente descansando en mis últimos días de tranquilidad. Los mismos pensamientos que al personaje habían pasado por mi mente, y había llegado a la misma conclusión.

El móvil sonó, me llamaba mi mejor amigo.

domingo, 24 de agosto de 2008

Mi estaca

Cuando yo era pequeño me encantaban los circos,y lo que más me gustaba de ellos eran los animales.Me llamaba especialmente la atención el elefante que,como más tarde supe era también el animal preferido de otros niños.Durante la función,la enorme bestia hacía gala de un tamaño,un peso y una fuerza descomunales...Pero después de la actuación y hasta poco antes de volver al escenario,el elefante siempre permanecía atado a una pequeña estaca clavada en el suelo con una cadena que aprisionaba sus patas.

Sin embargo,la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en el suelo.Y aunque la madera era gruesa y poderosa,me parecía obvio que un animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su fuerza,podría liberarse con facilidad de la estaca y huir.

El misterio sigue pareciéndome evidente.

¿Qué lo sujeta entonces?.

¿Por qué no huye?.

Cuando era niño,yo todavía confiaba en la sabiduría de los mayores.Pregunté entonces por el misterio del elefante...Alguno de ellos me explicó que el elefante no huía porque estaba amaestrado.

Hice entonces la pregunta obvia:"Si está amaestrado,¿por qué lo encadenan?".

No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente. Con el tiempo,me olvidé del misterio del elefante y la estaca, y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se hacían hecho esa pregunta alguna vez.

Hace algunos años,descubrí que,por suerte para mí,alguien había sido lo suficientemente sabio como para encontrar la respuesta:

El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy,muy pequeño.

Cerré los ojos e imaginé al indefenso elefante recién nacido sujeto a la estaca.Estoy seguro de que,en aquel momento el elefantito empujó,tiró y sudó tratando de soltarse.Y,a pesar de sus esfuerzos,no lo consiguió,porque aquella estaca era demasiado dura para él.

Imaginé que se dormía agotado y al día siguiente lo volvía a intentar,y al otro día y al otro...Hasta que,un día,un día terrible para su historia,el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino.

Ese elefante enorme y poderoso que vemos en el circo no escapa,porque,pobre,cree que no puede.

Tiene grabado el recuerdo de la impotencia que sintió poco después de nacer.

Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese recuerdo.

Jamás,jamás intentó volver a poner a prueba su fuerza.


El otro día estaba leyendo este cuento, del libro "Déjame que te cuente..." de uno de mis escritores preferidos: Jorge Bucay. Ya había leído este cuento otra vez anteriormente, pero me volvía a parar a pensar sobre él. Casualmente, había hablado recientemente con una amiga que me había comentado lo mucho que le había costado hacerme hablar (sí, soy muy tímido), hasta ahora que eramos muy amigos y con ella era de las personas con que más me soltaba a hablar, gracias a su perseverancia.

Casi sin quererlo, relacioné el tema con el cuento. Yo, desde pequeño había tenido una estaca, la timidez, de la cuál por mucho que lo intenté no conseguí librarme. Ahora, ya mayor, seguía sin intentar con todas mis fuerzas escaparme de esta estaca. Sí, lo intentaba, pero sin mucha insistencia y, sobretodo, pensando:

No puedo y nunca podré.

Sin embargo, mi amiga, que ahora entiendo que tanto ha hecho por mí, mediante su insistencia en seguir hablándome aunque yo apenas lo hiciera provocó tal sentimiento de empatía en mí que sí que puse todas mis ganas (quizá en parte sin saberlo del todo) en liberarme de la estaca.

Todavía no me he librado del todo de la estaca de la timidez, es muy muy difícil pasar de ser muy tímido a no serlo nada. Sin embargo, cualquier pequeño cambio en estos temas puede considerarse muy bueno (o muy malo, depende el caso) y, aunque no haya despegado del todo la estaca del suelo, sí que la he desprendido en parte, de tal manera que puedo moverme con más libertad.

Todo, gracias a mi amiga, que me ayudó a ver que tenía suficiente fuerza para vencer, aunque fuera en parte, a la estaca. Ahora he aprendido a saber que me equivoco si digo: "No puedo y nunca podré." Muchas gracias, muchas gracias de corazón.

lunes, 18 de agosto de 2008

Diario de un asesino arrepentido - 28 de julio, 2009

27 de julio, 2009


Acabo de acordarme de este diario. Hace tiempo que no escribo en él, pero he seguido cometiendo crímenes, a cada cuál más horroroso que el anterior. Hace justo un año y un día que cometí mi primer crimen. En el hipotético caso de que alguien lea este diario dirá: "No, fue hace un año justo". Hipotético lector... se equivoca. Hoy, el día que he tomado una decisión muy importante, voy a contar todo:

Igual crees que Sofía (pongo su ejemplo pero los demás son iguales) murió el 27 de julio, el día que lo escribí. O incluso puede que creas que murió el 26, y que yo escribí eso al día siguiente. Pues no, esta vida, esta caprichosa y odiosa vida, me dio el don de ser una persona con cualidades buenísimas para matar, para averiguar cosas sobre los demás y para saber qué iba a pasar al siguiente día. Esto sólo me pasaba de vez en cuando, la primera vez que me pasó fue aquel día 27 de julio. Interesado, me propuse escribirlo, y así lo hice, sin saber aún que el instinto (o quizá el destino), me llevaría a cometer el crimen que estaba escribiendo. Por tanto, Sofía no murió aquel 27 de julio, sino el 28.

Quizá te preguntes, mi querido e hipotético amigo, cómo soy, o qué soy, que viene a ser parecido. Si quieres que te diga la verdad, ni yo mismo lo sé. Cuando me refiero a mí en masculino, lo hago porque lo encuentro más neutral que el femenino, pues en realidad hace mucho que olvidé si era hombre o mujer. Quizá nunca lo supe, o no fui ninguna de las dos cosas. Quizá ni siquiera soy un ser humano. Vete a saber, yo no soy ningún científico. Si te preguntas por mi rostro, mi aspecto físico, nunca me interesó ni ahora me interesa, nunca me he mirado en un espejo ni nada en lo que pudiera verme. Posiblemente crea que mi imagen es demasiado horrorosa y prefiero guardarme el disgusto.

Soy, sin duda, un ser excepcional, "un ser hecho para matar", podría ser mi mejor definición. Pero ahora, hoy, curiosamente habiendo pasado justo un año desde mi primera "revelación", he tomado una importante decisión. Me dispongo a cometer el último y mejor de mis crímenes, me voy a suicidar. Ahora comprendo, sí, tristemente ahora lo comprendo, algo tarde pero "mejor tarde que nunca", que mi primer asesinato debió ser matarme a mí mismo. ¿Qué derecho tengo sobre la vida de los demás? Si quería matar a alguien, debía haber empezado por matarme a mí mismo. Ahora, que ya lo he comprendido, me dispongo a matarme (o suicidarme, como se prefiera). Sí, un grandioso asesino como yo, morirá como cualquier otro vulgar, demasiado atormentado por sus crímenes como para dejarse con vida. Este será el final de mi historia, un final feliz.


El 28 de julio del 2009, un cuerpo extraño fue encontrado en una oscura casa a las afueras de Santander.

Diario de un asesino arrpentido - 30 de agosto, 2008

30 de agosto, 2008


Mi anterior asesinato, aunque no había sido peculiarmente difícil de llevar acabo, sí que me había trabajado algo para que quedara "bonito". Sin embargo, el que ahora me proponía, sí que iba a suponer un verdadero reto. Matar al presidente de España no era algo precisamente fácil.

Esta vez no pude investigar y planear todo en el mismo día del asesinato, como había echo en otras ocasiones, sino que me llevó tres días de intenso trabajo llegar al momento de cometer el crimen.

Lo primero que hice fue colarme en la Moncloa para investigar como era por dentro todo, aunque con tantos guardias apostados a las puertas resultó bastante difícil hasta esto. Después, me propuse que lo que no había conseguido observar por dentro lo podía deducir con lógica y observación desde fuera. Una vez sabido todo esto, me dediqué a intentar encontrar, tanto dentro como fuera, salidas de emergencia o cualquier cosa que me permitiera saltar algunos niveles de guardia.

En todo eso invertí dos días, al tercero fue la hora de ponerse a trabajar.

Apenas había amanecido cuando llegué, espiando desde una oscura esquina cercana. Esperé a que todo el mundo estuviera en sus puestos (hubiera tenido menos gracia si me hubiera colado de noche, cuando hay menos personas) y me colé, una vez más ayudado de la especial capacidad de ser muy sigiloso que yo poseía. Salté algunos guardias más valiéndome de esto, hasta que llegué a una "Salida de emergencia" que me permitiría saltarme a algún que otro más. Pasé, aún me quedaba mucho trabajo que hacer fui escondiéndome de los demás guardias, esperando a que hicieran cambios de ronda para entrar... hasta que llegué al último paso antes de entrar al despacho del Presidente. Era ya tarde avanzada y no disponía de mucho tiempo. Sin embargo, esto sería más difícil pues los guardias de la puerta eran más precavidos que los demás, además de ir bien armados. A la puerta llegaban tres pasillos: uno en frente, otro a la derecha y otro a la izquierda. Yo estaba en el de la izquierda, a una buena distancia de la puerta, no veía todavía a los guardias pues debía doblar varias esquinas antes. Coloqué un petardo en el suelo, prendí la mecha y salí corriendo con cuidado de no hacer ruido. Al pasar a lo lejos por el pasillo central vi que, como había planeado, uno de los dos guardias había ido a dónde había explotado el petardo a ver qué pasaba. Dí la vuelta, todavía corriendo pues sabía que tenía muy poco tiempo y me dirigí hacia la puerta del despacho por el pasillo derecha. Sigilosamente, me acerqué a una buena distancia del guardia sin que se diera cuenta de que alguien andaba por ahí y saqué un cuchillo. Sin prisa, calculando y apuntando bien, pero sabiendo que no disponía de un tiempo excesivo, lancé el cuchillo al guardia. Acerté y le dí en el cuello, dejándole tirado en el suelo sin hacer apenas ruido. Después de cerciorarme rápidamente de que estaba muerto, recuperé el cuchillo y le cogí las llaves del despacho. Entré y Zapatero se me quedó mirando, sin saber qué pasaba.

-¿Quién...? -es lo único que le dio tiempo a decir antes de tener mi cuchillo clavado profundamente en su corazón.

Recuperé el cuchillo (siempre me gustaba quedarme con "trofeos" en mis asesinatos) y me dispuse a salir, a lo que hoy llegar al guardia. Le dio tiempo a gritar antes de que una bala de mi pistola le diera muerte.

Salí corriendo de la sala, consciente de que en apenas unos pocos segundos la escena se llenaría de guardias. Intenté ir por las salidas menos frecuentadas, dando largos rodeos, pero aún así me crucé con un guardia que acabó muerto silenciosamente gracias a mi preciado cuchillo. Salí rápida y sigilosamente del edificio y me fundí en las sombras, como acostumbraba a hacer.

Así, satisfecho, abandoné la escena de mi tercer crimen, el más importante por el momento. Además, este sí que había sido emocionante, no como aquellos anteriores. Ahora sabía que mis próximos serían parecidos a este, eran muchísimo más emocionantes y complicados que cualquier crimen normal. Para algo era yo un buen asesino.

miércoles, 30 de julio de 2008

Diario de un asesino arrepentido - 17 de agosto, 2008

Aún en vacaciones, me propuse a seguir mi relato, el primero que hacía con capítulos.


17 de agosto, 2008


Mi anterior asesinato había sido demasiado fácil, incluso aburrido. Me propuse uno algo más complicado. Estaba en un rincón oscuro, mirando la gente que pasaba por la calle, cuando, de repente, pasó alguien distinto. Sí, era distinto, pues no llevaba aquella típica mueca mañanera de desagrado porque el despertador te hubiera arrancado de aquel sueño que tanto te hubiera apetecido continuar, sino que te incitaba a levantarte e ir al trabajo, a ese fastidioso y aburrido trabajo. No, aquel hombre, avanzaba por esta gris avenida con una sonrisa en la boca. ¿Por qué sería? ¿Estaría contento simplemente por ir a trabajar? La verdad, mucho no me importa, ya he elegido una nueva víctima. Esa sonrisa tan atípica me ha echo sentir unas ganas enormes de acabar con él. Con él, por ser distinto, por ser feliz.

Le seguí, una sombra entre otras tantas, todo aquel día. Me enteré de su nombre: Sergio Pérez. No podían haber encontrado un apellido menos idóneo, muy común, para una persona muy distinta. También descubrí el por qué de aquella sonrisa: al parecer, le gustaba mucho su trabajo, un cargo importante en el diseño de coches deportivos. No lo descubrí por interés ni nada parecido, simplemente, al investigar sobre otras cosas como su nombre o su alojamiento no pude menos que enterarme.

Ya de noche, a las 9 más concretamente, salí tras él de su trabajo. Volvía a casa tras una jornada agotadora, por lo que me aproveché de su ritmo lento y llegué a su casa antes que él. Como sabía que iba a tardar, decidí ir avanzando (lo de esperar no iba conmigo) y, disimuladamente, me colé en el edificio tras un vecino suyo. Dejé que este subiera en el cómodo ascensor y subí por las escaleras, que mucho más discretas y silenciosas si se subía con cuidado, eran mucho más de mi tipo. Llegué al tercer piso, esperé a que el vecino entrara en su casa en el quinto, por si acaso oía algo y saqué un sencillo alambre con el la puerta no opuso resistencia a ser abierta. Una vez dentro, sin prisa pero sin pausa ya que sabía que Sergio no tardaría mucho en llegar, volví a echar el cerrojo con el alambre y simplemente, esperé al lado de la puerta a que llegara. Pasados apenas dos minutos, oí al ascensor moverse. Como yo suponía, subió hasta el tercer piso, pero, para mi sorpresa, Sergio salió acompañado de un amigo (que luego descubriría que se llamaba Jorge) y se dispuso a entrar. Mis neuronas se esforzaron por encontrar la mejor forma de realizar con lo que me llevaba entre manos. Sin duda, debería acabar también con el desgraciado amigo de Sergio.

Abrió la puerta y se dispusieron a entrar. Yo totalmente en tensión, salté hacia ellos, introduciéndole un trapo a cada uno en la boca precedido de una pastilla de somnífero. Inmediatamente, cuando aún las víctimas no se habían recuperado del susto y el somnífero no había hecho efecto, puse mi cuchillo presionando levemente en el cuello de Sergio, de tal manera que calló alguna gota de sangre y agarre a su amigo del cuello para que no intentara ninguna estúpida acción heroica para salvar a su amigo o a sí mismo. Así, se fueron calmando y cayeron en un sueño del que no volverían a despertarse. Consciente de que aún duraría el efecto del somnífero, arrastre a ambos a la cocina, sin ver la necesidad de darles muerte aún, mientras acababa de poner a punto mi plan, que en el último momento había tenido que ser cambiado, aunque posiblemente para bien.

Empecé con Sergio. Para ahorrarle sufrimiento, le hice una raja en el cuello que le dio una muerte rápida. Con un cuchillo algo más grande, terminé de rebanarle el cuello. Cogí con suavidad la cabeza y la guardé en el congelador. Sin más, volví de nuevo al cuerpo. Le separé las extremidades del tronco, el cual introduje en la lavadora. Después de limpiarme las manos de sangre, puse sobre la mesa un mantel, dos vasos, dos platos, dos cuchillos y dos tenedores. Una perfecta cena para dos: Sergio y su amigo. Las extremidades que habían quedado del primero, las corté en trocitos y las repartí por ambos platos. Llené los vasos de la sangre que se había vertido y se seguía vertiendo. Ya estaba lista del todo la cena. Después, me volví hacia el amigo de Sergio.

-Pobre, ¿quién te mandará venir hoy? -le comenté aunque sabía que no me oía.

Sin más, le clavé el cuchillo con el que había hecho todo en el corazón e hice que sus manos lo rodearan. Mañana, para la policía, sería un típico asesinato en el que primero se acaba con la víctima y luego se recurre al propio suicidio. Lavé mis manos enfundadas (cómo no) en guantes y salí de la casa, dejando la puerta abierta para facilitar que descubrieran los cadáveres.

domingo, 27 de julio de 2008

Diario de un asesino arrepentido - 27 de julio, 2008

En mi exilio vacacional, me planteé la idea de escribir un pequeño relato, cosa que no había echo hasta ahora, limitándome en la prosa a escribir artículos y cuentos. La idea de un asesino me atrajo con fuerza:


Diario de un asesino arrepentido


27 de julio, 2008


Sofía vivía tranquilamente, en una casa de Madrid, en las afueras. Se levantaba todos los días a las 7 para ir a trabajar. Era peluquera, le encantaba su trabajo, le encantaba peinar a todas las personas que pasaban a diario por su peluquería, cada una con un peinado diferente. Era algo que le había gustado desde pequeña: peinar. Cada día se peinaba de forma distinta, llegando a quedar a veces peinados extraordinarios que parecían de profesional.

Con su familia también era muy feliz. Tenía a un marido con el que se entendía a la perfección y se querían mucho. Él trabajaba en una empresa de coches y ambos ganaban suficiente dinero para poder mantener más o menos la familia. Habían tenido dos hijos, un niño de ahora 10 años y una niña de 8. Ambos eran un encanto y no daban demasiados problemas.

Un día, como cualquier otro, salía a las 2 del mediodía para volver a casa a comer y, cansada del trabajo de ese día, algo más agotador de lo normal, paró en el parque a descansar, en un banco a la sombra para evitar el calor de verano.

Pero no se dió cuenta de que "algo", entre los árboles y a oscuras, se le acercaba sigilosamente. Una extraña figura, aprovechando que no pasaba gente por el parque, se había acercado a Sofía por detrás, le había tapado la boca con un paño que desprendía somnífero. Al instante, su cuerpo cayó en un relajante descanso y la silueta que se la había acercado la retiro del banco con disimulo. Ya que había sido tan fácil el secuestro, habría que poner algo de emoción en el asesinato.

Silenciosamente, fue hasta la piscina más frecuentada de la ciudad y espero cerca, al abrigo de la sombra, manteniendo cuidadosamente sedada a su víctima hasta que se hizo de noche y la piscina fue desalojada. Se coló pasando el pequeño muro que separaba la piscina de la calle, introduciendo el cuerpo consigo, y lo dejó caer en la piscina, sin fuerza para no hacer ruido.
Después, salió de allí con sigilo, fundiéndose con sus hermanas, las sombras. El primero que llegara a la piscina mañana encontraría una agradable compañía.

lunes, 7 de julio de 2008

El Límite del Paso

Tras varios meses, ya llegado el verano, decidí ausentarme en vacaciones de mi profesión de psicólogo, en parte por busca de descanso, aunque también por las dudas que em estaban surgiendo sobre si seguir con mi empleo, buscar uno nuevo o permanecer sin oficio, cosa que me podría permitir si quisiese mi notable poder adquisitivo.

Tenía mucho tiempo libre, que intente aprovechar al máximo, por si acaso se acabara. Aumenté el tiempo de lectura, ya abundante antes. Dediqué tiempo, cómo no, a reflexionar sobre los temas que iban surgiendo. También traté de gozar de algo más de vida social, hasta entonces algo escasa. Por último, mis ansias de escribir no se refrenaron con las vacaciones, por lo que seguí escribiendo:



En un lejano lugar de Ámerica del Norte existía una ciudad que limitaba por el oeste con un cañón de considerable profundidad. Este suponía un grave inconveniente en el transporte de mercancías desde las dos ciudades que estaban construídas a cada lado, pues tenían que dar un largo rodeo para llegar de una a otra. Únicamente una estrecha franja de terreno de apenas 1 metro unía ambos lados del cañón.

Se contaba que el primer hombre que intentó atravesarlo calló en el punto exacto que establece la mitad del paso. Desde entonces, todo humano que había intentado cruzarlo había caído en ese mismo punto. Si avanzabas sólo un poco, daba igual, nadie se caía, mas si intentabas pasar de la mitad caías siempre, fuera cual fuese el lado desde el que lo intentaras. Sin embargo, para los demás animales no tenía este mismo efecto, pues numerosa gente había visto cruzar el paso a muchos animales, la mitad del paso sólo tenía este efecto para los humanos.

Desde entonces, temerario era aquel que se atrevía a cruzarlo, que siempre con igual final. Así, nació la leyenda de "la maldición del Límite del paso", también llamada. Hasta el día de hoy, de padres a hijos se ha ido transmitiendo.

El otro día, un bebé, qué descuidada debió ser la madre, que no había aprendido todavía a andar ni le habían contado nada (y aunque lo hubieran hecho igual habría dado) sobre la "maldición del límite del paso", cuya casa estaba cerca del principio del este, se escapó de casa y lo cruzo. En la ciudad del otro lado, un hombre, que por casualidad pasaba por allí observó de lejos la figura que se acercaba por el paso. Cuando ya se acercaba, más gente había acudido, atraídos por la curiosidad del primero. Cuando el bebé llegó, lo acogieron asombrados. Viajaron a la ciudad de en frente y, en efecto, les dijeron que a una mujer se le había escapado el bebé hacía una semana, justo el día que le recibieron al otro lado. Sin aún dejar de asombrarse, devolvieron el bebé a su madre en medio de una multitud asombrada por la proeza que había llevado a cabo el bebé.

Ese mismo día, un valeroso hombre quiso probar fortuna intentando cruzar el paso, pero, de nuevo, a mitad de trayecto cayó, ante una muchedumbre atónita.

martes, 24 de junio de 2008

Felicidad

Después de repasar los poemas, el timbre sonó. Abrí la puerta. Llegaba una nueva paciente, una joven de rizos castaños, que aún no había alcanzado la mayoría de edad.

-Buenas -saludé.

-Hola, Mario -me respondió, mientras la acompañaba y nos sentábamos en sendos sillones- A ver, venía a ver si me podías ayudar. Es que tengo algunos amigos que son felices, pero yo no sé como hacen para serlo -terminó haciendo una mueca.

-Vamos a ver... mmmm... lo primero, hay que completar lo que has dicho. Sí, serán felices, pero no del todo, pues no se puede, entre otras cosas, porque no creo que haya un límite. Luego... vamos a ver, yo como felicidad no identifico a un estado más o menos momentáneo producido por cosas suerficiales como que España gane la Eurocopa cosas así, a eso, por lo menos yo, me refiero como estar contento o por el contrario triste. La felicidad yo la entiendo como un periodo de tiempo más o menos largo, nunca un momento (salvo alguna excepción muy muy casual como que te dan una noticia buena de algo personal y luego enseguida te la desmienten). Siempre algo importante, nada superficial del estilo de lo que comentaba antes.

-Vale, entiendo, pero me gustaría si pudieras ayudarme a ser más feliz -comentó interrumpiéndome.

-Sí, todo a su tiempo, no te preocupes -respondí mientras le sonreía- A ver, para ser feliz es muy importante una frase que me gusta mucho de un filósofo existencialista muy famoso, Jean Paul Sartre, que dice así: "Felicidad no es hacer lo que se quiere sino querer lo que se hace." Es decir, la felicidad no la vas a encontrar haciendo lo que quieras, sino disfrutando lo que haces. Invita a disfrutar las cosas que haces, ya sea algo que te guste, como quedar con tus amigos, tanto como que no, como ir a clase. Debes disfrutar de todos los momentos. Además -continué-, debes estar contenta contigo misma, debe gustarte como eres, tanto el exterior como, especialmente, el interior. ¿Estás a gusto contigo misma?

-Bueno, más o menos... -respondió, dudosa.

-Bueno, no está del todo mal, pero se puede mejorar. Empezando por: ¿de qué te sirve no estar contenta contigo misma si no puedes cambiarte, por lo menos no mucho? Empezamos con el físico: dejando aparte de que siempre se puede pensar que, y más en tu caso, siempre hay mucha gente peor, pero aunque no la hubiera, ¿de qué te sirve traumatizarte? ¿Van a cambiar las lágrimas, el mal humor y la tristeza tu cuerpo? No. Ahora vamos con el interior. Cada persona tiene una parte interior admirable pero que no cualquiera puede ver. Hay casos en que no se encuentra a esa persona, la parte admirable va desapareciendo al no ser reconocida y se va implantando la parte llamémosla mala. Pero no es tú caso, ¿verdad?

-No -respondió, atenta al discurso.

-Bien, pues prosigo con lo que iba, todos tenemos una parte admirable, algunos más otros menos, y tanto los demás, como nosotros mismo especialmente (y lo que más viene al caso) debemos apreciarla. Si tenemos algún defecto, ¿qué importa? Todo el mundo tiene defectos, sería muy aburrido ser perfecto. Esto no quiere decir que si tenemos alguno especialmente malo no intentemos luchar contra él, sólo que nunca nos desesperemos demasiado por tenrelo o tenerlos. Y luego, otra vez como antes, ¿de qué sirve llorar, apenarse o enfadarse consigo mismo por ser como se es? Como dice mi gran ídolo, Jorge Bucay: "Cada uno es como es, no como el querría ser, ni como los demás querrían que fuera."

Hice una pausa para recobrar aliento.

-Luego está el tema de "los demás". "Los demás" suelen ayudarte a ser feliz, pero hay casos en que es todo lo contrario e incluso llegan a crear graves problemas. Sin embargo, como he dicho antes, todos tenemos alguna cualidad que alguna persona puede valorar, por lo tanto todos deberíamos poder tener amigos. Hay casos en los que no se logra encontrar a estas personas que te valoren verdaderamente, pero no es el tuyo, ¿verdad?

-No, no es el mío.

-Bien. Ahora llegamos a la parte menos importante: las cosas físicas de las que disponemos, como dinero, ropa... etc. Esto nunca debería plantear un problema. Nunca deberíamos dejar de ser felices por no tener ropa de esa mara o por tener menos dinero que el vecino. Es una gran estupidez. No toco mucho este tema porque lo veo más que evidente y es un caso que sólo aparece muy raramente.

-No, eso tampoco es problema para mí.

-Bien, ahora llegamos a una parte que sí que es importante, quizá la que más después de la de aceptarnos a nosotros mismos. Es la de lograr tus sueños. Esto es importante para ser feliz. No hace falta que sean todos, es más, no deben ser todos, pues entonces, como ya dije con la persona perfecta, sería aburrido. A la mayoría de la gente "normal", y hablo de estos por ser a lo que perteneces y este discurso sobre la felicidad va para ti, se le cumplen los suficientes sueños como para ser feliz, en muchos casos incluso más -dije mientras veía que ponía una mueca de no estar de acuerdo del todo-. Otra cosa es que no se sepan apreciar, pero ahí volvemos a otro problema que nos ha salido también en otros temas, y que aquí voy a resumir: has de saber apreciar todo lo que eres, tienes y te dan -paré y la miré para que dijera algo.

-Entiendo... Muchas gracias -me dijo sonriente.

-De nada, siempre es un placer ayudar -respondí, devolviéndole la sonrisa.

-Bueno, creo que no volveré ya más por aquí, era sólo esta duda, pero seguro que nos veremos algún día aunque no sea en esta consulta sentados en sillones.

-Eso espero. Adiós.

-Adiós.

Salió de la consulta dirigiéndome un último gesto con la mano que le devolví. Otro día acababa, era hora ya de volver a casa. Recogí todas mis pertenencias y salí de allí, rumbo a mi casa, más concretamente a mi cama, en busca de descanso.

jueves, 12 de junio de 2008

Poemas 2

Estaba sentado en el sillón donde solía hacer pasar a mis pacientes, pasando las horas libres, entre consulta y consulta. Ya era algo tarde, así que las lámparas derramaban esa luz artificial que tan poco me gustaba sobre el papel que tenía delante, en el que estaba escribiendo, como solía hacer los ratos libres, esta vez era poemas:

¿Por qué?

¿Por qué llorar la muerte
si es inexorable?
¿Por qué buscar la felicidad desesperadamente,
si se ha de obtener sin ser buscada?
¿Por qué querer morirse,
cuando aún no se ha cambiado el mundo?
¿Por qué querer matar
y no empezar por matarse a sí mismo?
¿Por qué creer en la suerte
y no creer en los marcianos?
¿Por qué creer en dioses
por miedo al miedo?
¿Por qué negar la realidad
y sumirse en el ensueño de las mentiras?
¿Por qué preguntar,
si hay preguntas sin respuesta?

Pensar

Pienso que acostumbro a pensar demasiado.
Pienso sobre lo que he hecho,
sobre lo que estoy haciendo y lo que haré.
Pienso en cómo escribir estos versos.
Pienso en tantas cosas
que no paro de pensar.
Y, sin pensarlo, mientras pienso en esto,
pienso todavía más.

Sentimientos

Sencillamente complejos,
tienen complejo de sencillos.

Llorar

Llorar que esta mesa sea dura,
esta tinta roja
y estas palabras tengan sentido.
Que la hierba sea verde,
el mar azul y blanca la nieve.
Llorar que el terciopelo sea suave
y la espuma blanda.
Que el agua moje
y el fuego queme.
Llorar y llorar sin parar,
en el fondo,
porque no estás.

El barco de mi vida

Sentado a orillas del río
mientras el mundo oscurece,
despido al barco para no verlo más,
cansado ya de la travesía.
Ya es de noche,
el barco se fue,
todo se apaga,
pero ya no siento miedo,
no soy cadáver,
no soy cenizas,
no soy sombra,
ya sólo soy nada.

Caminar

Caminar en silencio,
solo y a la vez acompañado.
Elegir el devío bueno
y dudar de si se ha hecho bien.
Avanzar por el centro
o por los lados,
saltar obstáculos
y aprender de ellos.
Marcar un ritmo,
correr o andar despacio,
dar cada paso con cuidado,
en previsión de emboscadas,
tropiezos, trampas y arenas movedizas.

Dolor

Notar dura y negra la nieve,
áspero el terciopelo
y amargo el azúcar.
Sentir frío al lado de un fuego,
tomar una tierna caricia
por un duro golpe.
Embellecer el silencio,
pues cada palabra duele.
Lágrimas por las mejillas,
los puños apretados
y un nudo en la garganta.
Y donde estaba en corazón,
simplemente hay vacío, nada.

Infinito

Inacabada sucesión sin fin,
una historia interminable,
un montón de números que nunca acaba,
multitud de palabras que siguen por siempre,
un manantial de agua ininterrumpido.
Más que todo, menos que nada,
no razones sobre él,
pues es irracional.


Acabado este poema, me acomodé en el sillón para leerlos detenidamente, pero, de pronto, el timbre sonó, mi próximo paciente me esperaba.

miércoles, 11 de junio de 2008

Vida y muerte

El joven Jaume entró de nuevo, con pantalones piratas y camiseta corta, ropa propia de este tiempo, ya verano, y pelo algo largo. Se sentó en el sillón en frente mío y me saludó, se le veía triste aún.

-Hola de nuevo, Mario.

-Sí, aquí estamos para seguir lo que dejamos a medias el otro día. Estábamos hablando de la muerte, y de la vida también, pues ambos temas van muy relacionados, ya que me hablaste de tus temores. Bien, me gustaría que me respondieras a una pregunta, ¿eres feliz? -le pregunté, directamente.

Jaume torció el gesto, en una mueca de pensamiento, sé quedo unos instantes así y luego respondió:

-Supongo que no del todo. En mi vida fallan algunas cosas que me gustaría que fueran mejor. Por el trabajo por ejemplo no me puedo quejar, pero por ejemplo sí que me gustaría entenderme mejor con alguno de mis amigos y, sobre todo, comprender cosas, por ejemplo: ¿si hemos de morir, qué significado tiene esta vida? -preguntó angustiado.

-A ver, esta pregunta, como las del otro día, son muy comunes -empecé- Tu vida tiene el significado que tú le quieras dar, para algo es tuya. Y hay una cosa, que, no sé si habrás leído a Fernando Pessoa, un gran escritor portugués, reflejaba muy bien en alguno de sus poemas: ¿por qué empeñarse en sentirse desgraciado por algo que no puedes cambiar? Mi querido paciente, la muerte es irremediable, como ya sabrás, por tanto, no tiene sentido vivir lo único que vas a poder vivir apesadumbrado por lo que pasará después. Primero, por lo que comentaba de Pessoa, no tiene sentido preocuparse ni atemorizarse por algo que no se puede cambiar, ¿vas a dejar de morirte cuando llegue tu momento porque ahora te preocupes? Y si no es así, ¿qué sentido tiene preocuparse? Segundo, porque es una contradicción, por una parte no quieres dejar de vivir por miedo a la inexistencia, mientras que por este miedo te impides vivir la vida feliz, que es lo que buscas, pero sin darte cuenta te obstaculizas a ti mismo.
Has de disfrutar la vida, no como aquel que cree que la única forma de divertirse es emborracharse e ir de fiesta, hacer lo que se quiere, como muy bien dijo un conocido filósofo, Jean Paul Sartre: "Felicidad no es hacer lo que uno quiere, sino querer lo que uno hace." No has de dejarte llevar por los vicios, aunque estos te procuren placer, no verdadera felicidad, que es lo que de verdad hace bonita la vida, la verdadera felicidad. Para conseguirla tienes que hacer cosas que te gusten, tener amigos, querer a tu familia, a ti novia o cuando llegues a tenerla a tu esposa, querer a los que te rodean y que ellos te quieran a ti, no tener nada por lo que preocuparte, no tener enemigos, solo amigos y neutrales, vivir contento y feliz, pero VERDADERAMENTE contento y feliz. Es lo mejor de la vida, y has de intentar llegar a ser feliz, y para llegar no sólo hace falta desearlo, aunque también es importante, sino que tus acciones te ha de guiar a su obtención.

Jaume tenía un brillo de comprensión en los ojos, mientras que la apatía había desaparecido.

-Muchas gracias, Mario, me has ayudado a comprender muchas cosas - dijo mientras, llevado por la gratitud me dio un abrazo que correspondí.

-De nada, siempre me es un placer ayudar a cualquiera que necesite consejo -le respondí.

-Bueno, me parece que ya no volveré más, como mucho de visita, así que quería agradecerte todo lo que me has ayudado, eres una gran persona. Muchísimas gracias.

-De nada. sólo añadir qué sepas, que aunque te cueste creerlo, yo también aprendo de mis pacientes, y tú no has sido una excepción.

-Me alegro. Hasta siempre, Mario. Te recordaré, a ti y a tus consejos.

-Yo también lo haré. Adiós, espero que nos podamos volver a ver.

Jaume, tras despedirse, salió de la estancia. Siempre dolía tener que despedirse puede que para siempre de un paciente, especialmente de algunos. Pero así era mi profesión.

domingo, 8 de junio de 2008

Gloriosa existencia

Jaume entró por la puerta de la consulta, mi consulta en Valencia, por cuarta vez.

-Hola, Jaume -le saludé.

-Buenas, Mario -me devolvió el saludo.

-A ver, esta semana, no me preguntes por qué, he estado algo deprimido. Después de ese último poema que me recitaste antes de irme la sesión pasada, estuve pensando sobre este tema, la muerte. Estuve pensando en que pasaría después de morirte, si irías al Cielo o al Infierno, o a cualquier sitio por el estilo como dicen muchas religiones; o si te reencarnarias en otro ser como me parece recordar que decían los hindúes; o si, por el contrario, como afirman los ateos y decías tú en tu poema, no irías a ninguna parte, simplemente dejarías de existir. Y pensar en todo esto me deprimió mucho, pensar que puede que ya no sea nada después de esta vida.

-Bien, esta es un temor muy común, como puede que sepas. Precisamente, el miedo hacia lo que pueda haber después de la muerte ha sido, a mi manera de ver, lo que ha incitado a las religiones a predicar esas mentiras. Creo que un cuento te vendría bien. Este trata sobre una niña muy especial:

Nací un 25 de diciembre. Por lo que me contaron, nací un día bastante bueno, teniendo en cuenta que era invierno. Mi padre esperaba impaciente Mi padre esperaba impacientemente mientras mi madre daba a luz a una preciosa niña que se convertiría en lo que ahora soy. Todo fue bien en principio, todos se alegraron de mi nacimiento, la única que detectó algo extraño fue mi madre cuando vio un brillo especial en mis ojos, que luego pensó haberse imaginado.
Llegaron los análisis. Todo fue perfecto, excepto una cosa, una malformación genética me haría morir cuando cumpliera los dieciséis años. La alegría que había estado presente en los rostros de mis padres se esfumó rápidamente, y fue sucedida por largas noches de llantos.

Mi infancia fue feliz, como la de cualquier otra niña, pues mis padres me ocultaron mi desdicha, excepto que yo destacaba más que nadie en todas las asignaturas. Mis profesores se asombraban conmigo, así como mis amigos.
Mi infancia estuvo cargada de éxitos, sobresalía allá a donde fuera: concursos de matemáticas, de poemas, de novelas... Quizá en lo único que no destacaba era en estatura, que era más baja que la mayoría de las niñas de mi edad.
También tuve una hermana, una preciosa chiquilla que llevaría una vida normal.

Florecí a los siete años y, aunque no lo revelé hasta los nueve, sorprendió igualmente a mucha gente, excepto a mis padres, que ya estaban al tanto de las irregularidades de mi genética.

Con doce o trece años, yo ya tenía la madurez de cualquier chica de dieciocho años, así como mi inteligencia también, por lo que seguí, durante lo que me atrevería a decir que fue mi juventud, destacando en todo.

Ayer, yo contenta por ser hoy mi cumpleaños, cuando se acercaron mis padres con el rostro ensombrecido y me contaronlo que sabían desde hacía poco menos de dieciséis años, que, hoy, en mi decimo sexto cumpleaños, moriría.

Y aquí estoy, en la cama del hospital, rodeada de parientes y médicos, hoy, 25 de diciembre, maldito sea el día, aunque a otros le parezca bueno ya que es Navidad, rememorando mi vida cuando quedan pocos segundos para mi muerte. Muchas preguntas pasan por mi mente.
Ya sólo quedan diez, y me pregunto si mi corta existencia valió la pena.
Dicen que la verdad se nos es revelada justo antes de morir. Si es así, mi vida sí que me reció la pena.


-Esta es la historia de una desdichada niña que, como ella bien pensó, descubrió la verdad antes de morir -le dije tras terminar el cuento. Miré mi reloj- La hora ya ha terminado, así que ya hablaremos más extensamente sobre ello el próximo día. Hatsa entonces, Jaume.

-Adiós Mario.

Salió de la estancia y yo aún me quedé algo. Finalmente, tras haber reflexionado sobre varias cosas. Salí, de vuelta ya para mi casa.

sábado, 7 de junio de 2008

Poemas

Bueno, porseguimos hoy con otra consulta. Ya la tercera, ¡dios! ¡Qué rápido pasa el tiempo! Empecé hablándote sobre el frikismo y los "guays", proseguí con una breve historia sobre este tema también y ahora me gustaría que me dieras tu opinión sobre estos poemas que he compuesto:

"La soledad de estar sin ti" (1ª versión)

Sin ti, mi vida es un océano de hielo, frío y desierto.
Avanzo para no encontrar nada,
voy yéndome del mundo,
dejándolo a un lado.
Apenas veo qué tengo delante;
voy dejando de sentir,
amor, alegría, hambre, frío... todo se va.
Voy olvidando todo lo que recordaba:
el sonido de tu voz, el de la mía;
tu belleza, la de las demás cosas;
el sabor de la victoria, el de la derrota;
el de lo dulce, el de lo amargo;
voy olvidando pensar;
simplemente, sigo adelante y adelante y adelante...
para morir por fin.

La soledad de estar sin ti (2ª versión)

Mi vida sin ti es un océano de hielo
frío, oscuro y desierto.
Sí, aquel que antes fue cálido y luminoso mar,
aquel que surcaba contigo,
en esto se ha transformado.
Avanzo para no encontrar nada,
voy yéndome del mundo,
dejándolo a un lado.
Apenas veo qué tengo delante,
voy dejando de sentir,
amor, odio, hambre, frío...
todo se va.
Voy olvidando todo lo que recordaba:
el sonido de tu voz, el de la mía;
tu belleza, la de las demás cosas.
Voy olvidando el sabor de la victoria, de la derrota;
de lo dulce, de lo amargo.
Simplemente sigo adelante y adelante y adelante...
buscando mi fin.
Mas, cuando todo creía perdido
y más claro se presentaba mi final,
un tímido haz de luz aparece,
allá, en el horizonte.
Y dudo...
si seguir con mi cómodo tormento
o avanzar hacia adelante con esfuerzo.


Posibilidad

Puedes creer que la Tierra sea redonda,
que el universo sea infinito
así como la estupidez humana.
Puedes creer que Dios no existe,
que la religión es una mentira,
una de otras tantas que hay en este mundo.
Puedes creer que la vida es un sueño
y que los únicos momentos de realidad
nos llegan mientras dormimos.
Puedes creer que existe el infinito,
pues existen infinitas cosas en las que puedes creer.
Pero jamás digas siempre, jamás digas nunca;
jamás digas imposible, jamás digas seguro;
jamás confíes todo en una persona
y jamás desconfíes totalmente.
Pues la vida
es una duda constante.

Muerte

Larga partida hacia el más allá,
un más allá infinito, oscuro,
sin sentido ni sentimiento alguno.
Un regeso a nuestros orígenes,
a la inexistencia, al no ser.
Maldita partida,
maldito regreso,
maldita inexistencia,
maldito cadáver, polvo, cenizas, nada.

Bueno, ya se acabo la hora, estos son los cuatro poemas que te quería enseñar. Los dos primeros, que se parecen mucho, es que primero hice una versión, pero más tarde la retoqué, aunque creo que para que quedara mejor tendría que hacer una mezcla entre los dos. Luego el tercero y el cuarto los acabo de escribir ahora.
Hasta la próxima consulta, mi estimado cliente.

jueves, 5 de junio de 2008

Breve historia de un "guay"

En nuestra segunda consulta, proseguiremos con una historia:

<Mañana, otro aburrido día de colegio, menos mal que ya es viernes.> Fue lo último que pensé antes de quedarme dormido.
A la mañana siguiente, para variar, sonó el despertador. Lo apagué aún medio dormido y comencé la tediosa tarea de vestirme mientras daba tumbos y alguna que otra tos salía de mi boca. La mañana pasó sin pena ni gloria, clase tras clase, aburrimiento y más aburrimiento, únicos ratos mínimamente divertidos los recreos. Un examen fue lo único que diferenció este día de muchos otros. Aunque este fue también como el resto del día, aburrido. Matemáticas no era precisamente mi asignatura preferida, si es que había alguna, así que sumaría un suspenso más.

Aunque nunca era demasiado malo si lo mirabas con la perspectiva de que después de clase vendría la diversión. Después de comer, fui a salir con los colegas, ignorando el castigo de mis padres, pero estos me pillaron y el castigo quedó alargado un mes más.
Así que, qué opción, tendría que estudiar. Bueno, mas bien "estudiar". Poner un libro delante mientras hacía aviones de papel y jugaba con ellos, escuchaba música o alguna otra cosa entretenida. Las horas fueron pasando, y también pasó el día.

Llegado ya el sábado, con la escusa de ir a por el pan, me di una vuelta por ahí aprovechando para fumar un poco.
Por la noche, única parte de la semana, la noche del sábado, que no estaba castigado, salí con los colegas.
Ya algo tocados, acabamos en un bar, bebiendo y fumando sin parar. En este, encontramos alguna que otra chica que no estaba mal, y esto, sumado a la borrachera que llevábamos, nos hizo liarnos con ellas. Yo escogí que estaba especialmente buena, con bonito cabello castaño, buen culo y buenas tetas. Empezamos con un breve diálogo, seguimos con besos y caricias, y acabamos en la cama. No era a la primera que me llevaba, ni sería la última; sería, simplemente, una más. Aunque, a pesar de que me había liado con alguna mejor, estaba bastante bien, pues no todas las noches se conseguía buena cosecha.
A las 4 de la mañana volví a casa, con una buena borrachera, ya satisfechas mis necesidades como hombre aunque por edad aún no fuera del todo. Según me contaron después, parecía que estaba entrenándome al fútbol, deporte que practico y se me da muy bien, pues iba haciendo zigzag entre los árboles de la calle. Yo no recuerdo que fuera así, de modo que puede que me engañaran.
(Por si no queda claro, un efecto común del alcohol es no recordar lo que haces y que en ese momento pienses que estás haciendo todo bien y estás volviendo a casa haciendo zigzag entre los pivotes o los árboles de la acera)

Así fueron pasando los días, las semanas, los meses. De suspenso en suspenso, de cigarro en cigarro, borrachera tras borrachera, perdiendo la cuenta de las chicas que me satisfacían. Pero yo estaba contento. Era popular, guapo (motivo por el cuál las chicas no me negaban sus favores precisamente), muy respetado por mis colegas, quizá de los que más o el que más poder tenía, y un buen jugador de fútbol.

Cuando cumplí los 16, dejé la aburrida tarea de estudiar y me puse a trabajar de mecánico en un taller tuning. Hice buenas migas, especialmente con un chaval que había llegado en parecidas circunstancias que yo hace un año. Fue él por quien probé la coca por primera vez. Él también la había probado por primera vez cuando vino un año antes, se la transmitió otro del taller. No era la primera droga que tomaba, pues ya frecuentaba a tomar marihuana y otras hierbas, también añadir quizá el alcohol y el tabaco, que estos científicos tan chiflados consideraban drogas. Pero nunca una de este calibre, era lo mejor que había probado nunca. Me echaron del equipo por culpa de esta, pero sin duda merecía la pena. Además, esto mejoraba de buena manera, las ya de por sí solas muy satisfactorias relaciones sexuales.

Llegaron los 18 y cada vez estaba más adicto a las drogas, a cuya lista ya se habían sumado la heroína y el opio. Cada vez tenía más problemas por esto, peor yo seguía pensando que merecía la pena.
Esta noche, ya las 5 la mañana, con por lo menos tres polvos echados, seguía tomando más y más droga, quizá me estaba pasando un poco, pero merecía la pena. Seguí una media hora más, con dos tías de por en medio para la lista, cuando de repente, empecé a temblar violentamente y a toser. Mis colegas no se preocuparon en exceso, pues ya habían pasado cosas parecidas alguna vez, además de que no estoy seguro de que se dieran cuenta con la colocada que llevaban. A estos temblores empezó a sumarse un fuerte dolor de cabeza, parecía que me iba a explotar, me quedaba sin aire, no podía respirar, escupía sangre y mi corazón cada vez latía más deprisa, doliéndome fuertemente y amenazando con salirse del pecho. Este doloroso inigualable sufrimiento se prolongó durante unos instantes, que a mi parecer fue una eternidad. Pero, de repente, todo paró.


Y esta, mi querido paciente, es la resumida y breve historia de un joven "guay". Un joven, consumido en sus vicios. Una larga vida que aún le quedaba por delante, una carrera futbolística en su día prometedora, así como podría haber llegado a algo como escritor, pues de este fragmento sólo me he inventado el final, que lo vi con mis propios ojos, el resto es de su propio diario. Todo, destruido por las drogas y su obsesión por ser "guay".

La hora acaba de nuevo, el próximo día me gustaría que tratáramos un tema que tú mismo eligieras.
Nos veremos entonces.